El 18 de octubre de
1598 se celebraron en la colegiata de Santa María de Borja las solemnes
exequias por Felipe II, fallecido el
13 de septiembre de ese año. Con ese motivo se construyó en el centro de la
nave una capilla ardiente de grandes dimensiones que prácticamente ocupaba toda
la anchura del templo y llegaba hasta las vidrieras. De forma cuadrangular y
con escaleras hacia el presbiterio y el coro, tenía una torre en cada extremo y
una central de mayor tamaño, bajo la cual se puso el túmulo cubierto con un
paño de brocado con las armas reales y sobre él dos almohadones de terciopelo
negro con una corona de plata rodeada de esmeraldas y rubíes. A los pies se
encontraba una cruz de ébano con el Cristo de plata. Todo ello rodeado de paños
negros con escudos, jeroglíficos y composiciones poéticas.
La comitiva oficial
salió de la Casa Consistorial encabezada por el capitán Julián de Aguerri y los
alféreces Juan Jerónimo de Aguilar, con el estandarte (pendón) de la ciudad, e
Íñigo Miranda con la bandera de la cofradía de San Jorge. Seguía la gente de
guerra con cajas y pífanos; el lugar de Rivas, luego Albeta y, a continuación,
las cofradías de San Crispín, San Sebastián, Nuestra Señora del Rosario, y la
Sangre de Cristo. Venía después el barrio de San Juan y precedidos por la cruz
de la colegiata la comunidad de frailes franciscanos y los canónigos, en medio
de los cuales iba el túmulo portado por Francisco de Aguilar, micer Briz,
Miguel Jordán, Juan Valsorga, Jerónimo Francés y Antonio Ferro, cerrando la
comitiva el Justicia y los Jurados.
Se prohibió salir a
trabajar a todos los habitantes de la ciudad y asomarse a las ventanas al paso
del cortejo. Todas las personas mayores de 14 años tuvieron que asistir a las
exequias, vestidas con capas de luto y bonetes o sombreros negros. Las mujeres
debían ir ataviadas con tocas y vestidos negros, mientras que las mozas
llevaban cofias blancas y cuerpos negros, so pena de incurrir en una multa de
60 sueldos.
El 18 de octubre de 1654
falleció en Zaragoza fray Jerónimo de
San José que había nacido en Mallén en 1587. Su nombre era Jerónimo
Ezquerra de Rozas y Blancas, siendo hijo del notario Martín Ezquerra de Rojas,
descendiente de los señores de Vizcaya, aunque la familia llevaba establecida
en Mallén tres generaciones. Su madre Isabel de Blancas estaba emparentada con
el cronista de Aragón Jerónimo de Blancas.
Cursó los primeros
estudios en Huesca y Zaragoza, alcanzando el grado de bachiller en Artes.
Posteriormente se trasladó a Salamanca, donde obtuvo el título de licenciado en
Cánones y Leyes. Ante él se abría una brillante carrera pero, nada más salir de
la universidad, decidió ingresar en el convento que los carmelitas tenían en la
propia ciudad de Salamanca. El noviciado lo hizo en Toro y los estudios de Arte
en Segovia, regresando a la ciudad del Tormes para cursar Teología y Sagrada
Escritura, con lo que completó su gran preparación intelectual. Por ello, en
1626, fue nombrado cronista de la orden y, a partir de ese momento, viajó por
toda la península recabando los datos necesarios para su trabajo, dedicando
especial atención a las figuras de San Teresa y San Juan de la Cruz de quien
publicó una biografía en 1629. Un año después editó todas sus poesías, siendo
la primera vez en la que se incluyeron las “canciones que tratan del ejercicio
del amor entre el alma y su esposo Cristo” a las que fray Jerónimo rebautizó
con el nombre de “Cántico espiritual” con el que fueron conocidas desde
entonces.
En 1635 había terminado
su Historia de la Reforma del Carmelo
pero tuvo muchos problemas con la censura de su orden, siendo obligado a
modificar muchas partes del libro. Aceptó las propuestas que le hicieron pero,
cuando en 1637 apareció la obra, el escándalo fue enorme ya que se imprimió con
la redacción original. Fray José fue destituido, se le ordenó retirar todos los
ejemplares y entregar las notas que tuviera. Ello influyó para que cuando, en
1638, decidió publicar una nueva biografía de San Juan de la Cruz, volviera a
tener problemas y, en esta ocasión, no se le permitió revisar las pruebas de
imprenta. Como consecuencia de estas tensiones y para apartarlo de Zaragoza lo
enviaron como prior al convento de Gerona, aunque volvió a la capital aragonesa
en 1641.
A la muerte de su
hermano el jurista Martín Hernando Ezquerra de Rojas se hizo cargo de sus
hijos, obteniendo del monarca un empleo para el primogénito en Italia, donde
casó a sus hermanas. Para ello, acompañó a la familia a Nápoles, donde residió
durante dieciocho meses, entablando relaciones con los círculos culturales de
la ciudad, conocedores de la valía del carmelita y de su vinculación con los
intelectuales aragoneses de la época.
De regreso a Zaragoza
siguió con su labor investigadora que tuvo como fruto obras importantes como
una historia del Pilar o la titulada Genio
de la Historia que llegó a publicarse en 1651, tras superar nuevos
problemas que hicieron mella en el ánimo de fray José hasta que falleció en el
convento de San José de la capital aragonesa. Detrás dejó un ingente trabajo
intelectual, aunque muchos de sus libros no llegaron a publicarse.
El Centro de Estudios
Borjanos honró su memoria, en 1987, con motivo del IV centenario de su
nacimiento editando una antología de sus poesías, recopilada por María Teresa
Cacho, en la que se incluyó un soneto dedicado a “la villa de Mallén” su patria
de nacimiento.
El 18 de octubre de 1828
falleció fray José de la Huerta que
había nacido en Vera de Moncayo en 1756. Profesó en la orden franciscana de la
que llegó a ser Custodio y Cronista de la provincia de Aragón. Fue Académico correspondiente de la Real
Academia de la Historia y en la biblioteca de esa corporación se conserva un
manuscrito firmado el 8 de julio de 1819 que lleva por título “Descripción
geográfica histórica de la ciudad de Borja”, una de las aportaciones de fray
José a la academia, lo que sugiere la posibilidad de que residiera en nuestra
ciudad algún tiempo. Fue un hombre de gran erudición que, en 1817, había
publicado en Zaragoza la obra Reyno
pirenaico y condado de Aragón, proponiendo añadir diez reyes más a los
identificados por Zurita.
Siendo lector jubilado
tuvo que hacerse cargo de la parroquia de Tosos por decisión del arzobispo de
Zaragoza, a raíz de los incidentes acaecidos en esa localidad. Al parecer se
habían dado en ese lugar varios casos de posesión diabólica de los que se
culpaba a la vecina Joaquina Martínez. El vicario parroquial, que era el
agustino fray José de San Valero, había llegado a realizar algunos exorcismos
pero el arzobispo, al tener conocimiento de lo ocurrido, consideró que todo era
debido a la incultura y los problemas mentales de las inculpadas, descargando
de toda responsabilidad a la citada Joaquina, a pesar del convencimiento de
muchas personas que la consideraban bruja. Como primera providencia decidió
reemplazar al vicario, uno de los principales responsables de la crisis que se
vivía en el municipio, por fray José de la Huerta, el cual no lo tuvo fácil
pues cuatro días después de ser nombrado, al celebrar la Misa mayor el 22 de
enero de 1815, mientras leía el decreto por el que se prohibía la entrada en el
templo de Antonia Ramos, instigadora de las denuncias, se suscitó tal griterío
que fray José tuvo que retirarse a la sacristía. Sin embargo, poco a poco,
logró controlar la situación y el proceso incoado se destaca que “el celo y la
prudencia de este religioso fueron bastantes para tranquilizar los ánimos”.
El 18 de octubre de 1971
falleció en Borja D. Santiago Alberto
Navarro que había nacido en Ansó el 21 de abril de 1904. Cursó el
bachillerato en el colegio de San Felipe de Zaragoza y posteriormente se graduó
como Licenciado en Farmacia en la universidad de Barcelona. Llegó a Borja en
1942, haciéndose caro de una de las dos farmacias de la ciudad, de la que fue
farmacéutico titular hasta su muerte. Cuando se constituyó el Centro de
Estudios Borjanos fue nombrado Consejero de Número del mismo.
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