El 25 de octubre de 1665
se celebraron en Borja los funerales por el rey Felipe IV, fallecido el 17 de
septiembre de ese año, con la solemnidad habitual a la que hicimos referencia
recientemente al tratar de las exequias de Felipe II. En esta ocasión ha
quedado la relación detallada de lo acaecido, comenzando con la instalación del
capilardente en el centro de la nave de la colegiata, formado por tres pisos,
el último de los cuales alcanzaba las vidrieras. Cubierto de bayetas, tenía 50
hachas y 100 velas. Dando vista al coro y al altar mayor se dispusieron sendos
retratos del monarca fallecido y alrededor 20 escudos con las armas reales y
muchos jeroglíficos.
El día 25, que era
domingo, se congregaron a la hora de vísperas todos los hombres y mujeres
mayores de 14 años de Borja, Maleján, Ribas y Albeta, vestidos de negro, bajo
pena de 60 sueldos de multa y 10 días de cárcel. Las calles fueron barridas y
estaba prohibido asomarse a las ventanas, así como realizar cualquier tipo de trabajo
durante los dos días de luto, en los que las campanas de todas las iglesias
tocaron a muerto, una hora a las siete de la mañana y otra a las siete de la
tarde.
En la Casa Consistorial
se reunieron el Justicia y los Jurados, junto con otras personas notables y
hasta allí acudió el cabildo de la colegial para cantar un responso en túmulo
que sobre un tablado se había colocado en la sala principal de la Casa.
Seguidamente, marcharon hasta Santa María con el túmulo, por la calle de la
Concepción, Mayor, plaza del Olmo, calle Botigas (Coloma) y plaza de Adentro
(Mercado). En la iglesia se cantaron vísperas y otro responso, antes de volver
a la Casa Consistorial con el mismo orden, para cantar un tercer responso. En
todos estos recorridos iban acompañados por todos los vecinos convocados.
Al día siguiente, 26 de
octubre, la comitiva que partió de la sede de la corporación iba encabezada por
un hombre enlutado con la campanilla de las ánimas (detalle interesante por su
relación con el Entierro de Cristo); los niños del Estudio de Gramática; los
vecinos de Maleján, Albeta y Ribas; las cofradías de San Francisco, las Nieves,
Santa Lucía, San José, San Bartolomé y la Sangre de Cristo, por ese orden, sin
que se convocara a las restantes para evitar problemas por el orden de
prelación. Seguía después la cruz de la colegial, con su macero delante; las
comunidades de capuchinos, agustinos, dominicos y franciscanos; el capítulo de
la colegial y en medio del mismo el túmulo llevado por D. Pedro de Frías, D.
Martín Francés, D. Miguel López Bellido y D. Juan de San Gil, vestidos con
lobas y manteletas, descubiertas las cabezas y las espadas al cinto. Cerraba el
cortejo el Justicia y los Jurados. Al llegar a la colegiata fue colocado el
túmulo en el capilardente y se cantó un responso. Seguidamente se ofició el
funeral, en el que predicó el prior de Veruela fray Plácido Gromendari,
retornando a la Casa Consistorial toda la comitiva que, antes de disolverse,
asistió a un nuevo responso.
El 25 de octubre de 1722
nació en Borja el P. Antonio Crispín
Poyanos y Lafarga S. J. Era hijo de D. Antonio Poyanos Zapater y de Dª.
María Lafarga Estachod, con la que había contraído matrimonio el 7 de
septiembre de 1718. Ingresó en la Compañía de Jesús el 14 de julio de 1738 y
cursó estudios superiores en la universidad de Zaragoza, donde se graduó como
Doctor en Filosofía y Teología el 4 de julio de 1753. Ejerció la docencia en la
capital aragonesa y posteriormente en Huesca. En 1765 fue destinado a
Calatayud, ciudad en la que llegó a ser rector del Real Colegio de Nobles. Fue
miembro de la Academia del Buen Gusto de Zaragoza, fundada por el conde de
Fuentes. Al ser expulsados los jesuitas de España, tuvo que marchar a Italia, falleciendo
en Bolonia el 31 de julio de 1794.
Escribió varias obras, una de las cuales la dedicó a D. Miguel Borbón, médico
de cámara del rey y suegro del Dr. D. José Amar y Arguedas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario