Un
colaborador del Centro nos ha traído un ejemplar de la 7ª edición del Devocionario Militar del P. Remigio
Vilariño S. J. del que nos ha permitido reproducir algunas páginas. Comoquiera
que le faltaba la portada y contraportada, hemos podido adquirir un ejemplar
completo, al igual que otro de la edición de 1921, también publicada por El
Mensajero del Corazón de Jesús, en Bilbao, dado que entre ambas se advierten
algunas diferencias, hasta tal punto que la edición de 1937 motivó una carta de
protesta del cardenal Gomá a D. Ramón Serrano Suñer, por haber sido censurados
algunos párrafos, sin conocimiento del autor, entre ellos las referencias a “Cristo
Rey”. Hay que tener en cuenta que las primeras ediciones aparecieron cuando
reinaba en España Alfonso XIII y, por lo tanto, tras el inicio de la guerra
civil, se decidió adaptar el texto a la nueva situación.
Antes
de analizar el contenido del librito debemos señalar que el jesuita P. Remigio
Villariño había nacido en Guernica el 1 de octubre de 1865, ingresando en la
Compañía de Jesús en 1880. Su labor como publicista fue enorme, tanto al frente
de la revista El Mensajero del Corazón de
Jesús, de la que fue nombrado director en 1902, como de otras que creó y de
los diversos libros que publicó. Falleció en Bilbao el 16 de abril de 1939 y,
en 1940, el Ayuntamiento de esa ciudad le nombró “Hijo Adoptivo”, a título
póstumo, dedicándole una calle que, ahora, determinados sectores quieren
retirarle por tratarse de un integrista, en su opinión.
La edición
del catecismo que estamos comentando, dirigido a los soldados, fue distribuida
entre los combatientes. Es un librito de oraciones con un amplio contenido en
el que da también consejos, el primero de los cuales recuerda los deberes de un
militar resumidos en “Dios, Patria, Rey o Jefe del Estado”. Es interesante ese
añadido de “Jefe del Estado”, provocado por la nueva situación, aunque no fue
eliminada la mención al Rey, si bien al tratar de “Rey o Jefe del Estado”,
todos los puntos se refieren a los deberes del militar con el Jefe del Estado,
lo que en algunos casos resulta chocante, como cuando utiliza la palabra “vasallaje”.
Uno de
los capítulos está dedicado a la manera de seguir el Santo Sacrificio de la
Misa, con mención a los toques de corneta en cada momento, a la posición del
cuerpo y a las oraciones que los asistentes podían rezar en el transcurso de la
celebración ya que, en aquella época, la asistencia era mucho más pasiva que
ahora.
Al
tratar sobre el modo de jurar la bandera, reproduce la fórmula utilizada en esa
ceremonia “¿Juráis a Dios y prometéis
seguir constantemente sus banderas, defenderlas hasta perder la última gota de
vuestra sangre, y no abandonar al que os esté mandando en acción de guerra o en
disposición de ella?”, que era diferente a la utilizada en los años 70 del
pasado siglo en la que se decía “¿Juráis
a Dios y prometéis a España, besando con unción su bandera, obedecer y respetar
siempre a vuestros jefes, no abandonarles nunca, derramando si es preciso, en
defensa del honor, de la independencia de la Patria y del orden dentro de ella,
hasta la última gota de vuestra sangre?”.
El
Juramento a la Bandera, “besándola con
unción” es una ceremonia de hondo arraigo en todas las Fuerzas Armadas del
mundo, por medio de la cual adquiere la condición de militar el hasta entonces
recluta. Además, es tradicional renovar ese juramento al cumplir los 25 y 50
años del primero. Sin embargo, la fórmula utilizada ha ido variando, al compás
de las cambiantes circunstancias políticas.
Sin
ánimo de ser exhaustivos podemos recordar que la anteriormente citada tiene su
origen en
las Reales Ordenanzas de Carlos III de 1768 que comenzaba con “Juráis a Dios y prometéis al Rey”, la
cual se mantuvo prácticamente inalterable hasta el advenimiento de la II
República, se cambió el nombre de “Jura de Bandera” por el de “Promesa a la
Bandera Nacional” realizada con las palabras “¿Prometéis ser fieles a la Nación, leales al Gobierno de la República
y obedecer y respetar y no abandonar a los que os manden?”.
A
partir de la guerra civil volvió a emplearse la fórmula que anteriormente hemos
reseñado hasta que, en 1980, fue modificada en la forma siguiente: “¿Juráis por Dios o por vuestro honor y
prometéis a España, besando con unción su Bandera, obedecer y respetar al Rey y
a vuestros jefes, no abandonarles nunca y derramar, si es preciso, en defensa
de la soberanía e independencia de la Patria, de su unidad e integridad
territorial y del ordenamiento constitucional, hasta la última gota de vuestra
sangre?". La Ley 17/1999 de Régimen de Personal de las Fuerzas Armadas
volvió a introducir nuevos cambios: “¿Juráis
por Dios o prometéis por vuestra conciencia y honor, cumplir fielmente vuestras
obligaciones militares, guardar y hacer guardar la Constitución como norma
fundamental del Estado, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no
abandonarlos nunca y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de España?”.
Finalmente, la Ley 39/2007 de la Carrera Militar suprimió la mención a Dios
dejándola en “Juráis o prometéis por
vuestra conciencia y honor”.
Tras
esa digresión sobre el juramento, volvamos a las recomendaciones del catecismo,
en el que se aconsejaba ser buen militar, tanto en paz como en guerra. En este último
caso, indicaba que no está autorizado a ningún tipo de desmanes, debiendo ser “tan
moral, tan honrado, tan cristiano y aún más cristiano que en la paz”.
Pero especialmente llamativo puede parecer a algunos
los consejos impartidos para asumir la muerte, algo a lo que un militar debe
estar siempre dispuesto, pues en definitiva no se trata de una maniobra más de
las que están acostumbrados a ejecutar, sino la “maniobra suprema” que es
preciso “saber hacerla bien”. Pero, además, como ejemplo de caridad cristiana
aconseja al soldado a ayudar a bien morir a sus compañeros, indicándoles la
forma más adecuada para esos momentos.
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