miércoles, 13 de febrero de 2019

Devocionario militar



         Un colaborador del Centro nos ha traído un ejemplar de la 7ª edición del Devocionario Militar del P. Remigio Vilariño S. J. del que nos ha permitido reproducir algunas páginas. Comoquiera que le faltaba la portada y contraportada, hemos podido adquirir un ejemplar completo, al igual que otro de la edición de 1921, también publicada por El Mensajero del Corazón de Jesús, en Bilbao, dado que entre ambas se advierten algunas diferencias, hasta tal punto que la edición de 1937 motivó una carta de protesta del cardenal Gomá a D. Ramón Serrano Suñer, por haber sido censurados algunos párrafos, sin conocimiento del autor, entre ellos las referencias a “Cristo Rey”. Hay que tener en cuenta que las primeras ediciones aparecieron cuando reinaba en España Alfonso XIII y, por lo tanto, tras el inicio de la guerra civil, se decidió adaptar el texto a la nueva situación.



         Antes de analizar el contenido del librito debemos señalar que el jesuita P. Remigio Villariño había nacido en Guernica el 1 de octubre de 1865, ingresando en la Compañía de Jesús en 1880. Su labor como publicista fue enorme, tanto al frente de la revista El Mensajero del Corazón de Jesús, de la que fue nombrado director en 1902, como de otras que creó y de los diversos libros que publicó. Falleció en Bilbao el 16 de abril de 1939 y, en 1940, el Ayuntamiento de esa ciudad le nombró “Hijo Adoptivo”, a título póstumo, dedicándole una calle que, ahora, determinados sectores quieren retirarle por tratarse de un integrista, en su opinión.




         La edición del catecismo que estamos comentando, dirigido a los soldados, fue distribuida entre los combatientes. Es un librito de oraciones con un amplio contenido en el que da también consejos, el primero de los cuales recuerda los deberes de un militar resumidos en “Dios, Patria, Rey o Jefe del Estado”. Es interesante ese añadido de “Jefe del Estado”, provocado por la nueva situación, aunque no fue eliminada la mención al Rey, si bien al tratar de “Rey o Jefe del Estado”, todos los puntos se refieren a los deberes del militar con el Jefe del Estado, lo que en algunos casos resulta chocante, como cuando utiliza la palabra “vasallaje”.



         Uno de los capítulos está dedicado a la manera de seguir el Santo Sacrificio de la Misa, con mención a los toques de corneta en cada momento, a la posición del cuerpo y a las oraciones que los asistentes podían rezar en el transcurso de la celebración ya que, en aquella época, la asistencia era mucho más pasiva que ahora.



         Al tratar sobre el modo de jurar la bandera, reproduce la fórmula utilizada en esa ceremonia “¿Juráis a Dios y prometéis seguir constantemente sus banderas, defenderlas hasta perder la última gota de vuestra sangre, y no abandonar al que os esté mandando en acción de guerra o en disposición de ella?”, que era diferente a la utilizada en los años 70 del pasado siglo en la que se decía “¿Juráis a Dios y prometéis a España, besando con unción su bandera, obedecer y respetar siempre a vuestros jefes, no abandonarles nunca, derramando si es preciso, en defensa del honor, de la independencia de la Patria y del orden dentro de ella, hasta la última gota de vuestra sangre?”.




         El Juramento a la Bandera, “besándola con unción” es una ceremonia de hondo arraigo en todas las Fuerzas Armadas del mundo, por medio de la cual adquiere la condición de militar el hasta entonces recluta. Además, es tradicional renovar ese juramento al cumplir los 25 y 50 años del primero. Sin embargo, la fórmula utilizada ha ido variando, al compás de las cambiantes circunstancias políticas.
         Sin ánimo de ser exhaustivos podemos recordar que la anteriormente citada tiene su origen en las Reales Ordenanzas de Carlos III de 1768 que comenzaba con “Juráis a Dios y prometéis al Rey”, la cual se mantuvo prácticamente inalterable hasta el advenimiento de la II República, se cambió el nombre de “Jura de Bandera” por el de “Promesa a la Bandera Nacional” realizada con las palabras “¿Prometéis ser fieles a la Nación, leales al Gobierno de la República y obedecer y respetar y no abandonar a los que os manden?”.

         A partir de la guerra civil volvió a emplearse la fórmula que anteriormente hemos reseñado hasta que, en 1980, fue modificada en la forma siguiente: “¿Juráis por Dios o por vuestro honor y prometéis a España, besando con unción su Bandera, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no abandonarles nunca y derramar, si es preciso, en defensa de la soberanía e independencia de la Patria, de su unidad e integridad territorial y del ordenamiento constitucional, hasta la última gota de vuestra sangre?". La Ley 17/1999 de Régimen de Personal de las Fuerzas Armadas volvió a introducir nuevos cambios: “¿Juráis por Dios o prometéis por vuestra conciencia y honor, cumplir fielmente vuestras obligaciones militares, guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no abandonarlos nunca y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de España?”. Finalmente, la Ley 39/2007 de la Carrera Militar suprimió la mención a Dios dejándola en “Juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor”.



         Tras esa digresión sobre el juramento, volvamos a las recomendaciones del catecismo, en el que se aconsejaba ser buen militar, tanto en paz como en guerra. En este último caso, indicaba que no está autorizado a ningún tipo de desmanes, debiendo ser “tan moral, tan honrado, tan cristiano y aún más cristiano que en la paz”.





        Pero especialmente llamativo puede parecer a algunos los consejos impartidos para asumir la muerte, algo a lo que un militar debe estar siempre dispuesto, pues en definitiva no se trata de una maniobra más de las que están acostumbrados a ejecutar, sino la “maniobra suprema” que es preciso “saber hacerla bien”. Pero, además, como ejemplo de caridad cristiana aconseja al soldado a ayudar a bien morir a sus compañeros, indicándoles la forma más adecuada para esos momentos.

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