viernes, 8 de febrero de 2019

El infante don Gabriel y el órgano de cristal


         Posiblemente, muchos de nuestros lectores han tenido ocasión de escuchar en la calle o en algún programa de televisión la actuación de músicos que utilizaban vasos o copas de cristal para interpretar determinadas melodías. Pero, lo que podría parecer una mera curiosidad, tiene detrás una larga tradición y la intervención de conocidos personajes históricos.

         En concreto, del infante D. Gabriel, hijo del rey Carlos III, que mostró un enorme interés por disponer de un órgano de cristal o armónica que ya se había popularizado en el siglo XVIII y sobre el que acabamos de efectuar un interesante descubrimiento en el archivo de la familia Zapata que queremos dar a conocer.




         Interpretar música frotando vasos de cristal comenzó a practicarse hacia finales del siglo XIV, cuando se difundió el uso doméstico de estos recipientes, aunque existen precedentes anteriores. Pero fue Edmund Delaval quien adaptó este método a un instrumento, perfeccionado por el irlandés Richard Pockrich (o Puckeridge) que fue el creador de lo que se llamó el “órgano angélico”. Para este instrumento y otros similares compusieron partituras músicos tan relevantes como Mozart o Beethoven.



         Un paso importante lo dio Benjamín Flanklin (1706-1790) el célebre inventor norteamericano, así como figura destacada en la independencia de los Estados Unidos. Celia López Chávez, de la University of New Mexico, publicó en 2000 un interesante artículo sobre “Benjamín Franklin, España y la diplomacia de una armónica” en el que relata que cuando el norteamericano se desplazó a Europa en misión diplomática tuvo la oportunidad de escuchar a Delaval, en 1761, tocar su instrumento de vasos y, a raíz de ello y como mero entretenimiento diseñó un instrumento, conocido como “armónica”, sobre la misma base pero con un diseño diferente.



         Porque, en lugar de vasos sobre una mesa, el instrumento de Franklin estaba fabricado sobre una caja, a manera de clavicordio, en cuyo interior se disponías unos vasos especiales, de forma semiesférica y diferente tamaño, ensartados en una varilla de acero, pudiendo girar mediante la acción de un pedal. El intérprete aplicaba los dedos a los bordes de la copa, logrando un sonido cuya intensidad variaba en función de la presión ejercida.



         Es entonces cuando aparece la figura del infante D. Gabriel, el décimo de los trece hijos que tuvo Carlos III con María Amalia de Sajonia. Nacido en Nápoles en 1752 fue un hombre de exquisita cultura que vivió alejado de las cuestiones políticas en El Pardo y en El Escorial, donde mandó construir la llamada “Casita del Infante” o “Casita de arriba”. Gran aficionado a la Música y a los clásicos llegó a dominar el clave y a interpretas obras de cierta complejidad. En 1771, escuchó a Ignacio Schmidt tocar su órgano de cristal y se lo compró poco después. Pero, dos años después, entró en relación con el propio Franklin para adquirirle su armónica, lo que consiguió en 1774, llegando a España por Bilbao. El infante falleció en 1788, víctima de la viruela que también segó la vida de su esposa. Todos sus instrumentos musicales fueron vendidos, perdiéndose el rastro de esa armónica de vasos, del que no se conserva ningún ejemplar en las colecciones reales. Hasta aquí, lo aportado por Celia López Chávez en el artículo citado.




         Pero la sorpresa ha surgido al encontrar en el archivo de la familia Zapata que estamos catalogando, este documento fechado en Madrid el 27 de diciembre de 1782, en el que Blas Vililla solicitaba una retribución por haber acudido a El Pardo, a petición del infante D. Gabriel, para “ejecutar con vasos de cristal un órgano”, habiendo “operado delante de su Alteza varias operaciones por las que se manifestó el efecto deseado”, habiendo dado orden de efectuar los diseños pertinentes. No pedía mucho, ya que tan solo afirmaba que se había desplazado al palacio en tres ocasiones, sin que se le hubiera remunerado lo invertido en las comidas y el “calesín” en el que había viajado.
         El dato es importante, dado que pone de manifiesto el interés del infante en este tipo de instrumentos, así como que, con posterioridad a la adquisición del de Franklin, recurriera a este personaje para fabricar otro.
      



         Otro “descubrimiento” ha sido el encontrar entre los encargos, correspondientes al año 1771, en la Real Fábrica de Cristales de San Ildefonso en La Granja, de varios “vasos armónicos para órgano” que fueron fabricados por Joseph Busquet, posiblemente para reemplazar a los que se habían deteriorado del órgano comprado ese mismo año.
         Lo que, por el momento, ignoramos es quien era el citado Blas Vililla y su relación con esa familia de Mallén en la que se conservaba el documento.

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