miércoles, 31 de marzo de 2021

Palio y velo del templo

 

         Tras el arca con la imagen yacente de Cristo desfila la tapa de la misma que será sellada en el Campo del Toro y detrás viene, ahora, un gran palio negro con ocho varales. Es un elemento tan importante que su pérdida durante la Guerra de la Independencia fue uno de los motivos aducidos para suspender la celebración del Entierro de Cristo.

         El palio es una pieza que en la Liturgia denota respeto y su color puede ser blanco o negro. Bajo palio blanco desfila el Santísimo Sacramento en la procesión del Corpus o determinadas imágenes marianas. Bajo palio entraban en los templos determinadas dignidades eclesiásticas o civiles que tenían reconocido este privilegio. El negro es propio de la Semana Santa y bajo palio negro desfilan las hermosas imágenes de la Virgen o de Cristo en Andalucía y otros lugares.




         En Borja el arca lo hacía bajo el palio inicialmente pero, en un momento determinado, posiblemente a consecuencia de la estrechez de las calles se tomó la decisión de que el palio negro fuera detrás, cubriéndola únicamente tras ser depositada en el tablado donde se procede a su sellado. Sus dimensiones obligan a forzar los varales para que el sacerdote que inciensa el arca pueda dar la vuelta, al igual que ocurre después con el centurión.


         Pero esa anomalía de que la imagen de Cristo no desfile bajo palio se da también en el caso de la Virgen de la Peana ya que, por acuerdo del cabildo el 8 de diciembre de 1650, tiene el privilegio de hacerlo. Son los dos únicos casos documentados en nuestra ciudad. Pero la peana o trono de nuestra Patrona tampoco dispone de palio (que sería blanco en este caso). La razón que se aducía era que si lo llevara, no podría verse la imagen de la Virgen desde los balcones, aunque no creemos que ello fuera motivo suficiente para privarle de ese honor.


         Sigue después el llamado “Velo del Templo” que actualmente se encuentra instalado en un pequeño retablo que marcha sobre ruedas conducido por los miembros de la cofradía de San Bartolomé.



         Éste sí que es uno de los elementos característicos de nuestro Entierro de Cristo, dado que cuando el centurión golpea la caja tras haber colocado el primer sello, el velo se rasga, apareciendo la pintura que se ve en esta imagen, la cual lleva la inscripción “Velvm templi”. Viene a recordar el pasaje evangélico que relatan los tres evangelios sinópticos: Inmediatamente después de expirar Cristo “el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo”. Ese velo era el que separaba el Sancta Sanctorum del resto del recinto y al que sólo podía acceder el Sumo Sacerdote una vez al año. Lo acaecido al romperse tenía, por lo tanto, un profundo sentido simbólico ya que representaba el fin de una etapa y el inicio de una nueva en la que el culto a Dios no quedaba circunscrito a ese recinto sagrado de Jerusalén.

         Todavía hemos conocido la época en la que el velo estaba cubierto por dos grandes chapas metálicas con paños blancos que, al ser accionadas por un resorte, se abrían en tijera cayendo con gran estrépito entre los aplausos del público cuando coincidía con el golpe del centurión.

         Después se instaló en su sencillo marco de madera con unas cortinas que se descorrían, ya sin ruido, lo que no gustó inicialmente. Las fotografías anteriores corresponden a esa etapa ya que no tenemos imágenes del modelo metálico.


         La cofradía de San Bartolomé, siempre innovadora, decidió adaptar ese pequeño retablo que antes comentamos el cual inicialmente era llevado a hombros por sus cofrades que, para entonces, ya habían cambiado el hábito negro (o azulado) por el actual. Después llegó la mecanización y aunque siempre se espera que el velo se abra o “rompa” en el momento oportuno ya no es lo mismo que antaño.






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