lunes, 26 de octubre de 2020

Adiós a las fiestas de mayo

         Cuando este año se anunció la cancelación de nuestras fiestas patronales, en honor a Ntra. Sra. de la Peana, los más optimistas hablaron de su posible traslado a septiembre, cuando la epidemia hubiera sido superada.


         Poco antes, en toda España dejaron de celebrarse los desfiles procesionales de la Semana Santa y, en Borja, este año no pudo llevarse a cabo el tradicional “Entierro de Cristo”.

         En aquella ocasión fue la propia jerarquía eclesiástica la que llegó a plantear la absurda posibilidad de celebrar la Semana Santa en otoño. Cuando, desde aquí, nos manifestamos extremadamente cautos sobre un septiembre jubiloso en el que íbamos a recuperar el tiempo perdido, fuimos tildados de pesimistas.


         Pero la realidad se impuso y, tras esa supuesta llegada de una “nueva normalidad”, pregonada con entusiasmo, junto con triunfalistas declaraciones en las que se manifestaba el éxito de una lucha protagonizada por todos (aunque lógicamente tutelada por la eficiencia de nuestras autoridades), la ilusión se vino abajo.

         La enfermedad volvió a repuntar. Fue preciso cancelar fiestas y eventos, tras un surrealista verano en el que tan pronto íbamos hacia delante como hacia atrás. Ni el calor, ni las gotas de lejía desparramadas por las calles habían conseguido frenar el normal curso de la pandemia.


         Ayer, tras la celebración de un Consejo de Ministros extraordinario, el Presidente del Gobierno anunció la declaración del estado de alarma, en esta ocasión con un toque de queda entre las once de la noche y las seis de la mañana, así como su propósito de prorrogarlo hasta el 9 de mayo.

         Comoquiera que en 2021, la fiesta de la Virgen de la Peana será el 2 de mayo, primer domingo de ese mes, si todo sale como tiene previsto el Gobierno, estaremos aún dentro del estado de alarma (también el domingo 9) y, por lo tanto, no habrá fiestas. Lógicamente, todo puede cambiar, a peor o a mejor. Además el estado de alarma necesita la aprobación del Congreso que debe ser ratificada cada quince días.

         Como la información de que dispone el Gobierno es siempre más completa que la del resto de los ciudadanos, da la impresión de que debemos prepararnos para un nuevo año sin Semana y sin Fiestas, entre otras cosas mucho más preocupantes.




 

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