domingo, 12 de abril de 2020

Unos huevos de Pascua muy especiales


El zar de Rusia Alejandro III quiso regalar a su esposa la zarina María, un huevo muy especial para el día de Pascua de 1885. Se lo encargó al orfebre Peter Carl Fabergé quien dejó asombrada a toda la Corte con una obra excepcional. Se trataba de un huevo de platino que, como si fuera una  matrioshka, contenía en su interior otro más pequeño, enteramente de oro que, al abrirse, descubría una pequeña gallina, también de oro, con  la corona imperial rusa.

Desde entonces, todos los años, hasta que estalló la revolución, le fueron encargados otros huevos para ese día de Pascua, con destino a la familia del zar y, en ocasiones, para otros dignatarios.




Peter Carl Fabergé había nacido en San Petersburgo en 1846, en el seno de una familia de orfebres, haciéndose cargo de la empresa familiar en 1870. La calidad de sus trabajos hizo que fuera nombrado orfebre de la Corte Imperial rusa, aunque también fue requerido por otras monarquías europeas.

Entre 1885 y 1917, llegó a fabricar 69 huevos de Pascua, de los que se han conservado 61. Para dar idea del valor de los mismos, basta señalar que, en 1994, uno de ellos llegó a alcanzar en una subasta el precio de 5.600.000 dólares, superado ampliamente por otro, en este caso fabricado para la familia Rothschild, por el que se llegaron pagar 18 millones de dólares.




         Los huevos de Fabergé son de una belleza singular, ricamente decorados con piedras preciosas o esmaltes y siempre con una sorpresa en su interior.




         El zar Nicolás II continuó con la tradición de su padre y el orfebre siguió fabricando nuevos ejemplares, como este último de 1896, conmemorativo del XV aniversario de su coronación.





         Los huevos constituyen un preciado objeto de exhibición y el empresario ruso Viktor Vekselberg adquirió nueve de ellos por 100 millones de dólares que ahora se muestran en el Museo Fabergé, creado por él en San Petersburgo, junto con otras piezas del legendario orfebre.

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