domingo, 24 de mayo de 2020

El terremoto de Lisboa de 1755


         Una de las mayores catástrofes acaecidas en Europa fue el Gran Terremoto de Lisboa de 1755. No fue el primer seísmo de gran magnitud que había sufrido la capital portuguesa, dado que, en 1531, ya se había visto sacudida por una serie de ellos que provocaron la muerte de unas 30.000 personas.

         Pero el de 1755 superó con creces esas cifras, dado que de los 275.000 habitantes que tenía la ciudad en esos momentos fallecieron alrededor de 90.000.




         El terremoto comenzó en torno a las diez menos diez de la mañana del 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos, y aunque su duración fue de unos cinco minutos sus devastadores efectos se vieron acrecentados por el hecho de que, en esos momentos, muchas personas asistían en todas las iglesias de la ciudad a la celebración eucarística propia del día. Los templos se derrumbaron sepultando entre los escombros a los fieles.



         Los supervivientes huyeron despavoridos hacia la zona baja de Lisboa, contemplando con horror como el cauce del río se secaba para, inmediatamente después, ser engullidos por un maremoto al que vino a sumarse el incendio provocado por las velas que ardían en iglesias y casas.






         Todos los templos y edificios relevantes, como el del Teatro Real, al que corresponde la última imagen, quedaron en el estado que muestran estos grabados.



         Para quienes visitan actualmente Lisboa, las ruina del convento do Carmo siguen siendo un elocuente testimonio de aquella tragedia, a pesar de que la reconstrucción de la ciudad se acometió inmediatamente.



         El artífice de la misma fue D. Sebastião José de Carvalho e Melo, futuro marqués de Pombal que, junto con el monarca José I, se había salvado de los efectos de la tragedia debido a que habían salido a pasar el día a la afueras de la ciudad.



         El antiguo Palacio Real, a orillas del Tajo, quedó destruido y se cuenta que el rey decidió residir en un campamento instalado en el lugar donde se construyó el actual Palacio de Ajuda.





         La ciudad actual de Lisboa surgió como consecuencia del esfuerzo reconstructor del marqués de Pombal que, rodeado de los mejores arquitectos e ingenieros del momento, trazó la planta de una nueva estructura urbana, dotada de amplias avenidas y edificios capaces de resistir movimientos sísmicos. Su estatua ecuestre preside la espectacular Plaça do Comércio.




         Pero el terremoto de Lisboa afectó también a muchas ciudades españolas, en función de su distancia con el epicentro. Donde mayores daños ocasionó fue en las costas andaluzas, tanto por el propio seísmo como por el maremoto que le acompañó. En Ayamonte murieron 1.000 personas y en Lepe unas 400. Se estima en unas 5.000 las víctimas provocadas en Andalucía, así como cuantiosos daños materiales. Sólo en Sevilla resultaron afectados 5.000 edificios y otros 300 se derrumbaron.




         En 2001, el Ministerio de Fomento publicó una obra de gran interés, Los efectos en España del terremoto de Lisboa, de la que es autor D. José Manuel Martínez Solares. En ella se analizan los datos aportados por la encuesta ordenada por Fernando VI para conocer las consecuencias que había tenido en todas las ciudades españolas.
         En ella hemos encontrado la respuesta del Corregidor de Borja D. Francisco Ruiz Albornoz que había tomado posesión del cargo el 22 de octubre de 1753 y lo desempeñó hasta el 24 de diciembre de 1756.
         En un comunicado de 16 de noviembre de 1755, el citado corregidor informaba que el terremoto se había sentido en Borja hacia las diez y media de la mañana, “conmoviéndose” los edificios, especialmente la colegiata de Santa María, en la que había numerosas personas asistiendo a misa. Desde lo alto de la nave cayeron sobre ellas “bastantes tierras” pero no hubo desgracias personales pero su estructura no se vio afectada.
         Respecto a otras señales, afirmaba que el agua de algunos manantiales “salió turbada y como de color rubicundo”. Lo mismo ocurrió en otros municipios del corregimiento y en la ciudad de Tarazona la fuente de San Juan dejó de manar agua durante el terremoto.
         El hacer referencia a este acontecimiento responde al hecho de que, en los últimos tiempos, han sido varios los especialistas que han avisado acerca de la posibilidad de que, en cualquier momento, puede desencadenarse una catástrofe similar, debido a la especial configuración tectónica de las zona próxima a la península ibérica. A ello dedicaremos un próximo artículo.

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