Cuando
los representantes de nuestro Centro recorrían las calles de Albarracín,
durante la celebración de la reciente reunión de Europae Thesauri, contemplaban
con asombro la casi total ausencia de tendidos de cables en las fachadas de la
ciudad o cruzando las calles. Como les explicaron, se ha puesto especial empeño
en conseguirlo, entre otras razones, decían, porque Albarracín es una ciudad declarada
Bien de Interés Cultural como “conjunto histórico”. Lo mismo que Borja, aunque aquí
la situación es radicalmente distinta.
Aunque,
en el pasado, se hizo un esfuerzo para ocultarlos, lo cierto es que la imagen que
ofrece el abigarrado número de cables que discurren por las fachadas de ambos
lados de muchas calles es impactante. Y a ellos se ha venido a sumar ahora un
nuevo tendido, el de la fibra óptica, también visible y fijado con soportes
metálicos llamativos.
Estas
fotografías corresponden a uno de los espacios más emblemáticos del casco
urbano, como es la plaza del Mercado, pero podríamos mostrar otras muchas de
diferentes puntos de la ciudad.
Para
algunas personas este asunto podrá parecerles intrascendente e incluso alegarán
el servicio público que prestan esas compañías. Pero, en el caso que nos ocupa,
por la condición de conjunto protegido, el cableado debe enterrarse y, desde
luego, no se debería permitir sumar nuevos cables a los ya existentes. Al
final, se trata de un problema económico de unas empresas hegemónicas que obligan
a algunos propietarios a aceptar como normal que sus fachadas soporten esa
maraña de cables, cajas y otros elementos que, por otra parte, no permiten
canalizar como les ha sido propuesto, lo que impide llevar a cabo la
restauración de esas fachadas.
Y ya,
a título anecdótico, podemos mostrar el imaginativo procedimiento utilizado en
un edificio público, tiempo después de su completa restauración.
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