D.
Manuel García Cebrián nos ha enviado información del recorrido efectuado por
las Peñas de Herrera, uno de los parajes más bonitos de nuestra comarca, sobre
el que podrán obtener más información en este enlace, del que proceden las
fotografías que reproducimos.
El
interés de ese lugar no sólo es paisajístico, sino también histórico ya que
allí se alzaron dos castillos que, junto con el de Talamentes, defendían la
Raya oriental de Aragón en esta zona. Se trataba de los castillos de Ferrera y
Ferrellón, sobre los que existen numerosa información, así como de sus
tenentes. Ambos fueron destruidos durante la Guerra de los dos Pedros, en el
siglo XIV, pero el de Ferrellón volvió a ser reconstruido. Se han conservado restos
arqueológicos significativos en donde se alzaban, pero para contemplarlos hay que
subir a lo alto de las peñas.
La
excursión partió de Talamantes por el collado de Añón, siguiendo el barranco de
Valdelinares que el 1 de septiembre de 2012 sufrió un pavoroso incendio que se
extendió por otras zonas próximas, aunque milagrosamente se salvó el barranco
de Valdetreviño con su rica flora y fauna.
La
gran humareda del incendio pudo ser vista desde Borja y aquí tuvimos inmediato
conocimiento de la magnitud del siniestro, aunque el tiempo transcurrido desde
entonces y las actuaciones realizadas hayan permitido una cierta recuperación
del paisaje, contando con la fuerza de la propia Naturaleza que hace posible
que algunas carrascas (Quercus ilex)
hayan rebrotado y, poco a poco, se va recobrando el encinar.
Antes de abandonar el
barranco de Valdeherrera, pasaron por
unas cárcavas de margas con estratos de llamativos colores grises, pardos,
amarillentos, verdes y morados. Como es sabido, las margas son rocas
sedimentarias compuestas de calcita y arcillas que se formaron en entornos
marinos o lacustres durante el Triásico. Es una zona particularmente bella que
nos impresionó la primera vez que la contemplamos hace ya muchos años.
Las oquedades y
covachos sirven de nidos o posaderos para buitres leonados (Gyps fulvus), alimoches, águilas,
cuervos y otras aves. La que aparece en esta imagen es un ejemplar de buitre
leonado.
Pero
en el recorrido también pudieron contemplar diversas especies de árboles, como
el enebro común (Juniperus communis) que crece en la dirección del viento,
adoptando la forma rastrera. Son auténticos “bonsáis” naturales, a los que se
denomina “árboles bandera” por la disposición de sus ramas.
Las
plantas de erizón (Erinacea anthylli)
estaban ya en flor, con su característico color violáceo. Son plantas con hojas
difíciles de ver, alternas, que se desprenden con facilidad, lo que les permite
adaptarse a la falta de humedad y a la insolación. Crecen junto a las aliagas (Genista scorpius) que aún no habían
florecido pero que, cuando lo hagan próximamente, teñirán la zona con un
colorido espectacular, como puede apreciarse en esta otra imagen de 1 de junio
de 2016.
La
actividad ganadera que, en el pasado, fue uno de sus principales recursos
económicos ha decaído considerablemente, quedando abandonadas las antiguas
parideras y corralizas, muestras significativas de la arquitectura popular.
Encontraron, sin
embargo, un pequeño rebaño alguno de cuyos integrantes no llevaban crotales en
las orejas, por lo que posiblemente han nacido libres en la montaña. En el
blog, cuyo enlace hemos ofrecido y cuya visita aconsejamos, encontrarán mucha
más información y curiosidades como las que allí se relata de la costumbre que
tenían los mozos de Talamantes de subir una vez al año a las peñas, para soltar
una cabra pequeña que se alimentaba libremente con los abundantes pastos de la
zona. Al año siguiente, la localizaban y la comían en el transcurso de una gran
fiesta, volviendo a dejar otra para repetir la tradición doce meses después.
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