miércoles, 20 de marzo de 2019

El sacerdote que pudo estar implicado en el martirio de la Madre Isabel Lacaba


         Cuando nos acercamos a la fecha de la beatificación de la Madre María del Carmen (Isabel) Lacaba Andía queremos referirnos a la posible implicación que en su martirio pudo tener el sacerdote que aparece en esta imagen. Lo hacemos con cierta prudencia pues, aunque los datos proceden de un artículo muy reciente (diciembre de 2018), publicado por el Prof. D. Javier Paredes, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá de Henares, no hemos podido corroborarlos, todavía, con otras fuentes.

         Se trataba de Pablo Sarroca Tomás de cuya trayectoria personal existen numerosos datos. Había nacido en Vic-Bigorres (Francia) el 31 de enero de 1889, donde residían sus padres que, muy pronto, regresaron a España, estableciéndose en Cataluña, donde Pablo cursó la carrera eclesiástica. En 1917, ingresó por oposición en Cuerpo Eclesiástico del Ejército de Tierra, como Capellán Segundo y antigüedad de 18 de octubre de ese mismo año. Por el único escalafón que hemos podido consultar sabemos que, en 1923, se encontraba destinado en el Regimiento Sicilia nº 7, todavía con el empleo de Capellán 2º. En guerraenmadrid.blogspot.com donde se le dedica un artículo se señala que también ocupó destino en las siguientes unidades: Regimiento de Infantería de Ceuta, Luchana nº 28, Batallón de Montaña de Reus, Hospital Militar de Vitoria y Academia Especial de Ingenieros, desde la que pasó, al proclamarse la II República a la I Región Militar, tras haber ascendido a Capellán Mayor (Comandante). Allí ocupó el puesto de Teniente Vicario General de la Región y no el de Vicario General, que era de empleo superior.




         Muy poco después publicó un folleto de 12 páginas dirigido al Gobierno Provisional de la República Española, “en testimonio de profunda admiración y de adhesión sincera”. Lo firmaba como Pablo Sarroca, Capellán del Ejército y Teniente Vicario de la Primera División, aunque “en nombre de sus compañeros” que es probable que no compartieran sus opiniones. Se suele afirmar que fue editado en 1932, pero comoquiera que el Gobierno Provisional fue reemplazado por uno efectivo, el 15 de diciembre de 1931, tras ser aprobada la nueva Constitución, la fecha de su aparición tuvo que ser anterior.

         Las ideas políticas del capellán eran completamente afines al nuevo régimen, en el que supo desenvolverse con extraordinaria soltura, trabando una gran amistad con D. Manuel Azaña, entonces Ministro del Ejército que lo incorporó como capellán a su gabinete. También cultivó la amistad con D. Indalecio Prieto y con el futuro Presidente de Gobierno D. Francisco Largo Caballero.




         Sin embargo, al ser suprimido el Cuerpo Eclesiástico, causó baja definitiva en el Ejército, al igual que el resto de sus compañeros con “pérdida de empleos, prerrogativas, sueldos, gratificaciones, pensiones, honorarios, condecoraciones y demás que les corresponda”. Con anterioridad, en el mes de agosto, había sido detenido por la Policía, por su condición de sacerdote que no le impidió ofrecer una gran violenta resistencia como relató, posteriormente, el agente Constantino Neila Valle que se fue quien se personó en su domicilio. Con los cargos de “desafecto” y “resistencia a la autoridad” pasó a la cárcel, donde no permaneció mucho tiempo ya que, merced a sus influencias fue liberado en los primeros días de septiembre, librándose de una más que segura ejecución como le sucedió a otros muchos sacerdotes.




         Pero, lo más sorprendente es que el 13 de septiembre de 1936, poco después de su puesta en libertad, el propio Largo Caballero lo destinó como agregado a la Sección de Información del Estado Mayor del Ministerio de la Guerra, con los haberes de su anterior empleo, reconociendo las “excepcionales circunstancias que concurren en el ex capellán del Ejército D. Pablo Sarroca Tomás y su reconocida adhesión al régimen”.

         Se trataba del recién creado Servicio de Inteligencia en el que Pablo Sarroca, ya totalmente ajeno a su condición sacerdotal, ejerció primero como censor de correspondencia, dados sus conocimientos de idiomas, y muy pronto con la misión de interrogar a los prisioneros detenidos en la checa que dependía del Servicio, donde destacó por su crueldad.



         Ataviado con mono y pistola al cinto, comenzó al mismo tiempo a colaborar con el Ateneo Libertario de Ventas, a cuyos miembros facilitó armas y a los que denunciaba a personas de ideología de derechas que eran fusiladas.

         Allí, encontró campo libre para su pasión por las mujeres: Gregoria Rubio y Julia Redondo fueron dos de sus colaboradoras, siendo las encargadas de comunicarle las ejecuciones efectuadas tras sus denuncias. No obstante, mantenía una relación marital con su cuñada Flora García Martínez, que llegó a acusarle de haber intentado abusar de su hija.



         Pero en las fotografías conservadas con quien suele aparecer es con una agraciada joven, de 18 años, llamada Julia Sanz López, por la que sentía especial predilección. Una de las imágenes corresponde al momento en el que Julia fue condecorada por el Director General de Seguridad Manuel Muñoz. En la otra, aparecen Pablo Sarroca y Julia (números 4 y 5) en la recepción ofrecida a un grupo de oficiales, llegados del frente, en la Dirección General de Seguridad.
         Se conservan también testimonios de su afición a la bebida y de su codicia ya que llegó a chantajear a varias personas para que le entregaran importantes cantidades de dinero para evitar ser acusadas de desafectas. Comoquiera que, en varias ocasiones, dio cumplimiento a sus amenazas, en el verano de 1937, la Dirección General de Seguridad encomendó al inspector D. Francisco Jiménez Mejías que lo investigara por la acusación de asesinato.
         Volvió a ser detenido, pero de nuevo sus influencias le permitieron obtener la libertad. Había aducido en su defensa el “haber dado el paseo a doscientos fascistas”, prometiendo que, si salía de la cárcel, podría hacer lo mismo con otras trescientas personas que conocía. Siguió sembrando el terror en su barrio hasta el final de la guerra.

         Al no poder huir, su detención definitiva se produjo poco después, siendo trasladado a la Casa de Trabajo de Alcalá de Henares.



         Inmediatamente se le instruyó la causa sumarísima nº 13.950 ante el Juzgado Militar de esa ciudad, compareciendo a declarar numerosos testigos que ratificaron los graves hechos por los que era procesado. De resultad del procedimiento fue condenado a muerte, siendo ejecutado al amanecer del 13 de noviembre de 1940. Su viuda Flora García Martínez, como cómplice de su proceder delictivo, fue condenada a cadena perpetua, posteriormente conmutada por la de 30 años de reclusión, siendo finalmente indultada, tras permanecer en prisión.

         Hasta aquí los hechos documentados. Respecto a su participación en la muerte de las mártires concepcionistas, señalada por el Prof. Paredes, entra dentro de lo posible ya que el piso en el que se habían refugiado, tras abandonar su convento, quedaba bajo el círculo de acción del Ateneo Libertario de Ventas, a través del cual Pablo Sarroca desarrollaba su acción represiva. Comoquiera que su incorporación al mismo se produjo a mediados de septiembre de 1936 y la muerte de la Madre Isabel y varias de sus compañeras tuvo lugar el 7 de noviembre, no puede descartarse su intervención, al menos a nivel de planificación, aunque comoquiera que no se conoce con certeza si llegaron a ser interrogadas, pudo haber sido mayor.




         Como colofón queremos hacer referencia a la entonces conocida religiosa benedictina Sor Teresa Forcades, que, con ocasión de la beatificación colectiva de 522 mártires que tuvo lugar en Tarragona el 13 de octubre de 2013, reprodujo en su página de Facebook el artículo de Albert Campdepadrós “La historia oculta de los curas asesinados después del golpe de Estado por Franco” en el que se citaba al “vicario general castrense de la 1ª Región Militar Pablo Sarroca Tomás, de 5º años (sic), de origen francés, asesinado el 13 de noviembre 1940 en Alcalá de Henares”. Como hemos visto, ni era Vicario General ni de origen francés, pues aunque nacido en Francia era español y su situación personal en el Ejército, antes de ser dado de baja por el Gobierno de la República, era la de “disponible forzoso, tras haber desempeñado el cargo de Teniente Vicario, que no es lo mismo. Por otra parte, su vida posterior, le alejó mucho de su condición sacerdotal con la que, probablemente, ya no se sentía identificado, aunque cuando se encontraba preso en Alcalá de Henares solicitó ser trasladado a una prisión militar, aduciendo que el 18 de julio de 1936 “se encontraba en situación de disponible forzoso en unión de los 38 capellanes, no siendo de baja definitiva hasta el 2 de septiembre de ese mismo año”. Por lo que él mismo reconocía que desde septiembre de 1936 ya no era capellán aunque, como hemos visto prestó servicio como miembro del Servicio de Inteligencia, cosa también muy alejada de su condición de sacerdote.

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