domingo, 31 de marzo de 2019

De cafés y bares en el Campo del Toro



         El Campo del Toro (plaza de la Constitución, de la República después, y ahora plaza de España) ha sido un lugar muy favorable para la instalación de cafés, primero, y bares después. Vamos a intentar dar noticia de los que allí han existido.
         El más famoso, en el siglo XIX y comienzos del XX, fue el “Café de Zaro” del que sorprendentemente hemos encontrado un testimonio gráfico en esta fotografía que publicamos. En tiempos en los que el juego estaba autorizado sin restricciones, dado que no fue prohibido hasta la Dictadura de Primo de Rivera, fue el lugar preferido incluso para jugadores profesionales. Allí hubo personas que perdieron toda su hacienda, pues la pasión por el juego era una auténtica lacra social que, como consecuencia, provocaba que en una noche se pudieran perder +campos y las propias viviendas.

         En ese mismo edificio, en su primera planta, fue fundado en 1848 el Círculo de la Amistad, pero de los casinos hablaremos otro día. Al café de Zaro le sucedieron otros establecimientos que mencionamos más adelante.




         En el lugar señalado por la flecha, antes de que se construyera el edificio que ahora existe allí, y también en la primera planta, hubo en el siglo XIX un café del que era propietario D. Antonio Benito, aunque su acceso se realizaba por la calle de la Concepción.



         En 1927 abre sus puertas el primer bar de la plaza, el “Bar Sánchez”, junto a donde anteriormente estaba el café de Zaro. Responde ya al concepto de bar americano, ofreciendo vinos, licores y refrescos “por exóticos que sean” en sus mostradores de mármol. Pero sigue estando presente el antiguo estilo de café, al que hace referencia en este encarte publicitario de 1927 al señalar que “no hay boda distinguida, bautizo rumboso o banquete de importancia” que no se celebren en sus “Salones-Café”.



A comienzos de 1936  D. Eusebio Sánchez, su propietario, construye un nuevo bar en la carretera de Gallur a Ágreda que, posteriormente, dotará de una pista de baile, pasando a denominarse “La Pista”. A esos establecimientos unió el Cine Cervantes, “inaugurado en los años 40” que anunciaba como “el peor del mundo”, al igual que el bar, también publicitado como “donde peor se sirve del mundo”. Afortunadamente, en la “Pista Sánchez” era “donde mejor se baila”. Con esta campaña tan singular no es de extrañar que el cine pasara pronto a otras manos.



No así el bar, por el momento, en el que había un “servicio permanente de taxis”, entre ellos una “rubia para excursiones” que, contra lo que pudieran pensar los más jóvenes no era una joven de compañía, sino un tipo de coche, de más capacidad, al que se le daba esa denominación porque, originalmente, tenían la carrocería de madera barnizada.




         El bar fue regentado también, durante un corto período por D. José Romanos, el fundador de “El Volante”, aunque después pasó a llamarse “Bar España”. Este bar fue escenario de un crimen cometido en 1942, como consecuencia de una reyerta entre tratantes de ganado que se había iniciado en Tudela. El agresor tenía permiso para portar armas, lo que viene a demostrar el peligro que entraña el uso indiscriminado de las mismas.
   



         En 1959 abrió sus puertas, por iniciativa de D. Pedro Corellano Pérez, la cafetería Borsao que, en su primer anuncio en el programa de fiestas apareció como “Porsao”, sin duda una errata del que lo compuso al que le resultaría extraño esa “arqueológica” denominación, aunque ya se había utilizado en nuestra ciudad, pues como puede apreciarse en este otro anuncio, lo utilizó un establecimiento de la calle Mayor con anterioridad.




         Nos ha relatado D. Pedro, que conserva una extraordinaria lucidez, algunas anécdotas relacionadas con su establecimiento, en el que, en época de fiestas, se llegaban a agotar las existencias debido a la extraordinaria afluencia de público atraído por los "refuerzos" que llegaban desde Zaragoza. 






         El  27 de febrero de 1965, el Borsao se trasladó a un local del edificio de Ibercaja. Con el aspecto que puede verse en la fotografía, había estado cerrado desde que se construyó y sólo se derribaba el tabique con motivo de la instalación de algunas tómbolas benéficas. La nueva cafetería supuso un cambio radical y la regentó D. Pedro Corellano hasta el 31 de junio de 1971, fecha en la que la traspasó a D. Plácido Lajusticia. Aún tuvo otros dos propietarios hasta que se hizo cargo la familia de D. Luis Berges que fue quien le dio el nombre de Montesol, que sigue manteniendo. Seguiremos.
      

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