Enviada
por la Casa de Velázquez de Madrid hemos recibido la obra de Guillaume Hanotin Ambassadeur de deux Coronnes. Amelot et les
Bourbons, entre commerce et diplomatie, publicada este mismo año.
Se
trata de un amplio estudio, de más de 600 páginas, centrado en la figura del
marqués Amelot de Gournay, embajador de Francia ante la corte de Felipe V desde
1705 a 1709, uno de los diplomáticos menos conocidos y estudiados de ese
período de profundo cambio en la estructura de la monarquía.
Porque
la obra analiza también las características de los reinos de España de los que
se hizo cargo el primer monarca de la casa de Borbón, el conflicto bélico que
se suscitó y el proyecto de unión de coronas que marcó la política de su
reinado. Todo ello, a través de la acción de un diplomático experimentado, como
era Amelot, del que se presentan sus antecedentes familiares y sus métodos de
trabajo, destacando su propósito de “persuadir y gobernar con palabras.
El libro
es fruto de un proyecto de investigación en el que su autor estuvo inmerso
durante un largo período de tiempo, con un resultado de enorme interés. Como
curiosidad podemos señalar que se inicia con la narración de las fiestas
celebradas en Tudela por el nacimiento del primer hijo de Felipe V, que vino al
mundo en esa ciudad en septiembre de 1707.
Bartolomé
Bennassar (1929-2018) fue uno de los grandes hispanistas franceses que vivió
con especial pasión su relación con España. Ahora, la Casa de Velázquez ha publicado
sus Pérégrinations ibériques. Esquisse d’ego-histoire,
unas hermosas memorias de sus peregrinajes por las tierras ibéricas, escritas
cuando ya había cumplido los 80 años. En ellas relata desde sus años de
formación hasta el momento en que conoció España por primera vez y las distintas
fases de su dedicación a nuestra historia. El recorrido finaliza con una
declaración en la que manifiesta que, a su edad, su actividad había quedado
limitada a un artículo, de vez en cuando, y a alguna contribución a
determinadas obras colectivas, dedicando ya su tiempo a la lectura, las
reuniones familiares y al verdadero placer que representaba, para él, leer las obras
de los que fueron sus discípulos, cuando ya la lectura tendía a reemplazar a
los viajes, aunque manifestaba su deseo de conocer, con Lucile el Irán de Ispahan
y Persépolis que constituía uno de sus últimos motivos de interés.
Hemos
adquirido también la obra Los conventos
capuchinos de Aragón (1598-2004), de P. Luis Longás Otín. La teníamos ya
pero no nos habíamos percatado, cosa que nos viene ocurriendo con cierta
frecuencia, mala señal. Nos interesaba ya que, entre las reseñas dedicadas a
todos los conventos que la orden tuvo en Aragón, una de ellas e trata sobre el
convento de Borja, desde su fundación en 1622, describiendo el edificio, que
aún subsiste, y la vida conventual, con su transformación en Colegio de
Misioneros en 1765. La Desamortización provocó la salida de los 6 sacerdotes, 7
coristas y 2 hermanos que había allí en 1835. Volvieron en 1864 para poner en
marcha, de nuevo, el Colegio de Misioneros cuya vida fue efímera ya que, en
1868, la Junta Revolucionaria de Borja los expulsó, incautándose del edificio
en el que se instaló el Hospital Sancti Spiritus que sigue estando allí, aunque
transformado en residencia de ancianos.
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