Existen
en la India una serie de empresas que se dedican a realizar ediciones
facsimilares de obras desclasificadas e impresos poco conocidos. Allí hemos
encontrado el documento que reproducimos, correspondiente al alegato presentado
por el abad del monasterio de Veruela en la causa seguida contra el prior de la
colegiata de Borja D. D. Julián Andrés de Uztarroz que, el 9 de marzo de 1660,
asesinó en su celda a fray Miguel de Cariñena.
De
este insólito caso nunca encontramos documentación en los archivos de Borja,
aunque puede existir. Tuvimos noticia del mismo a través de una obra publicada
en Sevilla por Salvador Daza Palacios y María Regla Prieto Corbalán, titulada De la santidad al crimen. Clérigos homicidas
de España (1535-1821), en la que dedican un capítulo a nuestro prior,
precisamente a partir de los datos que proporciona este mismo alegato o
exposición que se conserva en la Biblioteca Universitaria de esa ciudad, el
cual hemos conseguido ahora en reproducción facsimilar y perfectamente
encuadernado, como nunca lo estuvo el documento original. Y todo ello en un
breve plazo de tiempo, increíblemente corto por proceder el envío desde la
India.
El
truculento caso del prior lo incluimos en nuestra obra Crímenes ejemplares (en el entorno de Borja) uno de cuyos capítulos
estaba dedicado a “El prior asesino de la colegiata de Santa María de Borja”
que aconsejamos leer dado que no tiene desperdicio.
El móvil
del crimen fueron los celos del prior hacia el monje, por sospechar que
mantenía relaciones con una joven llamada Ana Marciala de la que el destacado
eclesiástico de nuestra ciudad estaba encaprichado y con la que, probablemente,
había tenido un hijo.
El
crimen fue minuciosamente planeado pero hubo un contratiempo, pues el monje en
lugar de morir en el acto, como esperaba el prior, tuvo tiempo de relatar quién
había atentado contra su persona y, al conocerse su declaración, el prior que,
en esos momentos, presidía una procesión en Borja, huyo precipitadamente a
ponerse bajo la protección del obispo de Tarazona. El bondadoso prelado incoó
un proceso en el que, para evitar males mayores, dictó una sentencia muy leve
que al abad de Veruela le pareció una burla, dado que habían sido amañados los
testigos, por lo que recurrió con el documento al que estamos haciendo alusión.
El
episodio tiene todos los integrantes de una novela negra pues los celos del
prior eran infundados ya que el monje había visitado a Ana Marciala porque eran
primos y, por otra parte, como llegó a declarar su madre en el proceso ulterior
poco podía hacer con ella, dado que, desde el momento de su nacimiento, había
podido constatarse que “le faltaban sus partes genitales y no tenía miembro,
sino un agujero por donde orinaba”. Como decimos, un caso sorprendente sobre el
que ahora incorporamos a nuestro archivo el recurso del enojado abad.
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