Hace unos días comentamos la importancia que la actuación del Ayuntamiento de Fréscano está teniendo para la conservación de los monumentos de esa localidad. Uno de los más importantes es, sin duda, el antiguo palacio de los vizcondes de Évol que, en los últimos años, ha sido objeto de la sistemática destrucción de una parte del mismo.
El palacio fue uno de los mejores ejemplos de la arquitectura renacentista aragonesa. Construido en el siglo XVI por esta distinguida familia, pasó a poder de los duques de Villahermosa en el siglo XVIII. En el siglo XX, era propiedad de dos familias de la localidad, una de las cuales la cedió a la Fundación Sancti Spiritus de Borja que, en la legislatura anterior, la donó al ayuntamiento de Fréscano que, en estos momentos, está procediendo a su restauración. No ha tenido igual fortuna la otra parte, la más importante ya que sus elementos arquitectónicos de mayor interés fueron destruidos por su propietario, sin atender a ningún tipo de razones.
Destacaba su gran patio, con una bella galería de arcos de medio punto, apoyados de columnillas de piedra y antepechos de ladrillo con un óculo central. En la planta baja destacaban las grandes columnas anilladas, uno de los primeros ejemplos del Renacimiento aragonés y el acceso a la escalera monumental.
En el Centro de Estudios Borjanos se conservan algunas fotografías de su estado que, aunque no era óptimo, hubiera hecho posible su recuperación. También disponemos de un alzado y planta del edificio que fueron realizados, en su momento, por la Oficina Técnica de Planeamiento de la Excma. Diputación Provincial.
Todo ello fue demolido, dentro de una actuación que puede ser calificada como uno de los mayores atentados al Patrimonio Cultural de nuestra comarca y, quizás, de Aragón. El objetivo de semejante despropósito fue lograr el resultado que ofrecemos en la fotografía.
Afortunadamente, en la restauración que está llevando a cabo el ayuntamiento de la localidad se está recreando el aspecto original que tuvo, aunque por quedar limitada a una de sus zonas, que no es la mayor, tan sólo puede servir para dejar memoria de lo que el palacio fue y ya no es.
Nuestra comunidad debe dotarse de instrumentos más eficaces para impedir atentados como el que comentamos. La Ley del Patrimonio Cultural Aragonés prevé la acción subsidiaria de los ayuntamientos en aquellos casos en que los propietarios de un monumento hagan dejación de sus funciones pero, para los pequeños municipios, con presupuestos exiguos, ello resulta inoperante. Por otra parte, al cabo de tantos años seguimos sin disponer de un inventario de nuestro patrimonio y no hemos sido capaces de dotar a la mayoría de nuestros monumentos de la adecuada protección, a través de la oportuna declaración monumental. De esta forma, los aragoneses nos estamos haciendo muy vulnerables a las críticas de quienes nos acusan de no prestar la debida atención al patrimonio de nuestra comunidad.