El
domingo por la noche un estruendo atronador conmovió las paredes de la Casa de
Aguilar. Por un momento llegamos a pensar que los almorávides, con aquellos
tambores que causaban terror entre las tropas cristianas, habían vuelto a
desembarcar en las costas peninsulares. Pero, afortunadamente, eran los
instrumentos de la Batucada protagonizada por Troko Bloco que, en medio de un
numeroso grupo de personas culminaba su recorrido por las calles de Borja en
ese espacio de la calle de San Bartolomé que recibe las más variadas
denominaciones: jardín colgantes, vago, plaza, etc. Sería conveniente darle un
nombre definitivo.
Como
todos recuerdan, los almóravides fueron combatientes musulmanes, mitad monjes,
mitad guerreros, procedentes de tribus nómadas del Sahel que habían abrazado la
corriente rigorista del sunismo malikí y llegaron a constituir un poderoso
imperio en torno a Marruecos. Desde allí pasaron a la península, en 1086,
llamados por los soberanos de los reinos de taifas, en un intento de contener
el avance cristiano. Sin embargo, los almorávides terminaron por apoderarse de
todos, entre ellos el de Zaragoza, cuyo último monarca Abdelmálik se retiró a Rueda
y Borja, sus últimas posesiones. El poderoso ejército almorávide, con esos
tambores que le precedían, batió también a Alfonso VI en la batalla de Sagrajas
y puso fin, momentáneamente, al imparable avance castellano. La decadencia del
imperio almorávide fue debida tanto a la reacción cristiana como la aparición
de una nueva fuerza, la de los almohades, aún más rigorista y de tendencia
sunnita, que terminó expandiéndose por la península ibérica, a partir de 1145,
ocasionando graves problemas hasta ser finalmente derrotados en la gran batalla
de las Navas de Tolosa, en 1212.
Otros
tambores, en este caso los de la nueva Banda de San Jorge, volvieron a sonar en
la mañana de ayer, junto con sus instrumentos de viento, durante la diana que,
a partir de las ocho, recorrió las calles de la ciudad y en la que sus miembros
lucían las prendas de abrigo con las que iban equipados.
En la
plaza del Mercado, ese ejemplar grupo de cocineros voluntarios preparó una
excelente comida popular que estuvo integrada por un exquisito guiso de carne.
Queremos
destacar la decoración que, con motivo de las fiestas, lucen algunos
establecimientos comerciales y, en concreto, el de la Pastelería Jeymar, en el
que nos hemos fijado especialmente por su cercanía a nuestra sede.
Finalmente,
queremos insistir de nuevo en la necesidad de mejorar el traje que visten los
maceros de la corporación municipal y, en concreto, a la forma de colocarse la
gola. Estamos seguros de que el Sr. Alcalde, muy amante de todas las tradiciones
locales, arbitrará las medidas, tan pronto se lo permita su esforzada labor en
bien de la ciudad, para que dicha prenda no dé la impresión de ser un babero
colgado del cuello de los jóvenes maceros.
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