martes, 24 de septiembre de 2019

Ecos de las fiestas


         El domingo por la noche un estruendo atronador conmovió las paredes de la Casa de Aguilar. Por un momento llegamos a pensar que los almorávides, con aquellos tambores que causaban terror entre las tropas cristianas, habían vuelto a desembarcar en las costas peninsulares. Pero, afortunadamente, eran los instrumentos de la Batucada protagonizada por Troko Bloco que, en medio de un numeroso grupo de personas culminaba su recorrido por las calles de Borja en ese espacio de la calle de San Bartolomé que recibe las más variadas denominaciones: jardín colgantes, vago, plaza, etc. Sería conveniente darle un nombre definitivo.




         Como todos recuerdan, los almóravides fueron combatientes musulmanes, mitad monjes, mitad guerreros, procedentes de tribus nómadas del Sahel que habían abrazado la corriente rigorista del sunismo malikí y llegaron a constituir un poderoso imperio en torno a Marruecos. Desde allí pasaron a la península, en 1086, llamados por los soberanos de los reinos de taifas, en un intento de contener el avance cristiano. Sin embargo, los almorávides terminaron por apoderarse de todos, entre ellos el de Zaragoza, cuyo último monarca Abdelmálik se retiró a Rueda y Borja, sus últimas posesiones. El poderoso ejército almorávide, con esos tambores que le precedían, batió también a Alfonso VI en la batalla de Sagrajas y puso fin, momentáneamente, al imparable avance castellano. La decadencia del imperio almorávide fue debida tanto a la reacción cristiana como la aparición de una nueva fuerza, la de los almohades, aún más rigorista y de tendencia sunnita, que terminó expandiéndose por la península ibérica, a partir de 1145, ocasionando graves problemas hasta ser finalmente derrotados en la gran batalla de las Navas de Tolosa, en 1212.




         Otros tambores, en este caso los de la nueva Banda de San Jorge, volvieron a sonar en la mañana de ayer, junto con sus instrumentos de viento, durante la diana que, a partir de las ocho, recorrió las calles de la ciudad y en la que sus miembros lucían las prendas de abrigo con las que iban equipados.




         En la plaza del Mercado, ese ejemplar grupo de cocineros voluntarios preparó una excelente comida popular que estuvo integrada por un exquisito guiso de carne.



         Queremos destacar la decoración que, con motivo de las fiestas, lucen algunos establecimientos comerciales y, en concreto, el de la Pastelería Jeymar, en el que nos hemos fijado especialmente por su cercanía a nuestra sede.




         Finalmente, queremos insistir de nuevo en la necesidad de mejorar el traje que visten los maceros de la corporación municipal y, en concreto, a la forma de colocarse la gola. Estamos seguros de que el Sr. Alcalde, muy amante de todas las tradiciones locales, arbitrará las medidas, tan pronto se lo permita su esforzada labor en bien de la ciudad, para que dicha prenda no dé la impresión de ser un babero colgado del cuello de los jóvenes maceros.

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