Este
bonito dibujo en el que aparece la antigua estación del ferrocarril, con la
colegiata de Santa María y el castillo al fondo, es uno de los 121 que integran
una obra de sumo interés que acabamos de conseguir.
Lleva
por título La bendita tierra. Viajes por
España y fue publicada en 1927 por la Editorial Voluntad, de Madrid, a
iniciativa de los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, autores del
prólogo y de los breves comentarios que acompañan a cada uno de los dibujos. En
el caso de Borja, que es el nº LIX y uno de los trece dedicados a Aragón, se
señala:
“Cuéntase que de este abandonado Castillo de
Borja salió una mañana de montería su señor, y, extraviado en el monte,
sorprendióle tan pavorosa tormenta que temió por su vida; de la cual y de sus
días dichosos hubiera sonado allí mismo la última hora, a no habérsele aparecido
milagrosamente, para salvarlo, una imagen de la Madre de Dios. En memoria de
este portento hizo levantar en aquel mismo sitio el Monasterio de Veruela,
donde resplandece la dicha imagen, venerada desde entonces en aquellos
contornos. Las cenizas de Don Pedro de Atarés, que tal era el nombre del señor
del Castillo de Borja, reposan en el templo”.
El
autor de los dibujos, incluido el de Borja, fue Salvador de Azpiazu Imbert,
nacido en Vitoria en 1867 y fallecido en Madrid, el 5 de enero de 1927, ciudad
a la que se había trasladado a vivir siendo muy joven.
Su
profesión era la de topógrafo del Ministerio de Agricultura, lo que le permitió
reflejar en sus cuadernos muchos de los paisajes que conoció. Porque, como
nieto del gran artista francés Carlos Imbert, también destacó como dibujante e
ilustrador, colaborando con prestigiosas revistas de la época, como La Ilustración Artística o La Esfera.
El retrato que abre las
páginas del libro fue realizado, a lápiz, por Serafín Álvarez Quintero a partir
del óleo que había pintado Manuel López de Ayala (1869-1920).
Los hermanos Álvarez
Quintero, conocidos como relevantes dramaturgos, eran amigos de Salvador de
Azpiazu y quisieron patrocinar la edición de una selección de sus dibujos. La
inesperada muerte del dibujante hizo que la obra revistiera el carácter de
homenaje póstumo, dedicado a su madre Dª. María Imbert de Azpiazu, que le
sobrevivió.
La
incorporación de este libro, muy bien encuadernado, a nuestros fondos,
constituye un hecho relevante, sobre todo por figurar en él ese dibujo borjano,
junto con otros de Longares, Cariñena, Caspe, Zaragoza (2), Huesca (4),
monasterio de Salas, Lierta y otro de una posada cuya ubicación no se indica.
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