martes, 10 de septiembre de 2019

Recorrido por Palma de Mallorca


         Palma de Mallorca es una ciudad de gran belleza que siempre sorprende por sus monumentos y el cuidado de sus calles que registran un enorme número de visitantes, sobre todo cuando en su puerto coinciden varios cruceros, como ocurría el día en el que estuvimos. A pesar de ello, pudimos recorrer alguno de los lugares de mayor interés a una hora temprana lo que, unido a la lluvia que cayó durante algunos minutos, nos permitió disfrutar del paseo, como en tiempos antiguos.





         Por ser lunes, no esperábamos encontrar ningún museo abierto, por eso nos sorprendió que ello no ocurriera en el Palau March que, por otra parte, no conocíamos y cuya visita recomendamos.
         A pesar de su aspecto, no es un edificio antiguo ya que fue proyectado por el arquitecto D. Luis Gutiérrez Soto para sede de la familia March. Su edificación se concluyó en 1945 y en 2001 fue remodelado para convertirlo en la sede de la Fundación Bartolomé March Servera.

         Bartolomé March (1917-1998) era el segundo hijo de D. Juan March y un gran coleccionista, dotado de especial sensibilidad lo que le permitió reunir una impresionante colección de obras, una parte de las cuales se exhiben en este edificio que no ha perdido el carácter primigenio para el que fue concebido.




         En la terraza de acceso, dotada con una hermosa logia desde la que se divisa el contiguo Palacio Real de la Almudaina, se muestran una serie de esculturas (una tercera parte de las que integran la colección), entre las que se encuentran obras de Auguste Rodin, Henry Moore o Eduardo Chillida, entre otros escultores destacados.




         La cúpula de la gran escalera está decorada con pinturas de Josep María Sert, en las que están representadas, a través de alegorías, las virtudes que quiso dejar plasmadas Juan March: La Audacia, la Razón y la Inspiración que, unidas al Trabajo hacen posible alcanzar la fortuna, presidida por la Inteligencia.





         En varias estancias de la planta inferior se puede admirar una de las joyas de la colección, el magnífico belén napolitano, de finales del siglo XVIII, en el que sorprende la calidad de las figuras y el exquisito cuidado puesto en la confección de las vestiduras de los diferentes grupos que lo componen.






         En la primera planta puede efectuarse un recorrido por las habitaciones de esta mansión en la que, como hemos dicho, se alojó la familia durante sus estancias en Palma, ciudad en la que nació Bartolomé March.




         Pero algo que nos llamó poderosamente la atención fue la sorprendente colección de portulanos (antiguas cartas náuticas) que cuelga en una de las salas, realizados por los mejores cartógrafos mallorquines de los siglos XIV y XV.





         No es menor el interés de la serie de pequeños cofres (algunos de ellos concebidos como relicarios) y arquetas de diferentes épocas, desde el relicario del siglo XII que se observa a la derecha de esta última foto, hasta obras de los siglos XIII al XVI, algunas de las cuales están decoradas con esmaltes de Limoges.






         Teníamos también especial interés en visitar la catedral de Santa María, dado que no habíamos estado en ella desde que su capilla del  Santísimo fuera decorada por Miquel Barceló entre 2001 y 2006, atendiendo a un encargo del cabildo que no estuvo exento de polémica. El hecho de que coincidiéramos con el rezo de Laudes contribuyó a reforzar la sacralidad de un espacio que, si bien contrasta con el estilo del resto del monumento, no nos resultó tan detonante como habíamos supuesto. En este sentido, creemos que la arriesgada apuesta terminará siendo aceptada en el futuro como una aportación del arte contemporáneo, algo que no ha sido ajeno a otras muchas catedrales  en el transcurso de la historia.

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