lunes, 16 de septiembre de 2019

Elogio de los bizcochos de Borja


         Nuestra sorpresa ha sido grande al constatar que muchos jóvenes no conocen los bizcochos de Borja y, sobre todo, al comprobar que una destacada personas que lleva residiendo varios años en nuestra ciudad no había oído hablar de ellos.

         Algo realmente llamativo cuando, hasta hace no demasiado tiempo, los bizcochos eran el producto estrella elegido para obsequiar. Es cierto que las modas cambian y que, entonces, todavía no se embotellaban los excelentes vinos que ahora se elaboran. Pero, los bizcochos reúnen la suficiente calidad para que les dediquemos este elogio, sobre todo, porque son algo peculiar de nuestra cultura y muy diferentes a los de otras zonas.




         Como único ingrediente llevan huevo, azúcar  y un poco de harina. De su elaboración solían encargarse unas personas especializadas, las “bizcocheras”, aunque se hacían y siguen haciendo en algunas panaderías. Entonces, era un trabajo penoso pues el baño de azúcar que los recubre, dotándolos de su peculiar aspecto, había que aplicarlo en el alcabor o parte superior del horno, soportando altas temperaturas.
         Solía encargarse un batido o medio batido, peculiar manera de cuantificar el encargo. El batido estaba compuesto por 120 bizcochos y para su elaboración se requerían 30 huevos, 200 gramos de harina y el correspondiente azúcar, mientras que el medio batido era justamente la mitad.

         No era infrecuente facilitar los ingredientes necesarios a la bizcochera que batía los huevos, separando la clara, con la pequeña cantidad de harina. El recubrimiento blanco del bizcocho se consigue con las claras sobrantes mezcladas con azúcar.



         A diferencia de otras pastas, aunque pueden consumirse de cualquier manera, lo normal es mojarlos en leche o en agua fría, especialmente en verano, que es el mejor procedimiento para degustar sus cualidades.
         Consumirlos secos puede resultar difícil y de hecho, hemos llegado a conocer competiciones acerca del número de bizcochos que podían ingerirse así. Concretamente, en la calle Moncayo se organizó una para demostrar que era imposible llegar hasta la plaza de Santo Domingo, darle la vuelta (entonces no había fuente aunque sí muchos melones en ocasiones) y volver a subir, sin dejar de comer bizcochos sin la ayuda de agua.

         Los bizcochos se siguen elaborando pero este producto, como otros de Borja a los que nos referiremos otro día, no han gozado de la promoción necesaria ni del tipo de presentación que se requiere en nuestros días, para dotarles de un mayor atractivo. No es extraño, por lo tanto, que resulten desconocidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario