Seguimos
incorporando nuevas obras a la sección especializada sobre la familia Borja de
nuestra biblioteca. Entre los últimos títulos recibidos se encuentra Lucrezia Borgia. A biography, de la
escritora Rachel Erlanger, nacida en Nueva York en 1923, que dedica a su esposo
“el único bioquímico que se ha convertido en un experto en Lucrezia Borgia”,
porque efectivamente Bernie Erlangen fue un destacado químico que trabajó en el
Proyecto Manhattan, del que surgió la bomba atómica, en el que también estuvo
implicada la propia autora en su juventud.
Profesora
de Literatura inglesa en el Queens College de Nueva York, publicó esta obra en
1978, con notas y numerosas referencias
bibliográficas, en la que, como consecuencia de una investigación, pretendía
reivindicar la figura de Lucrecia, despojándola de su leyenda negra.
Otra
obra interesante es The Cardinal’s Hat. Money,
Ambition and Everyday Life in a Renaissance Court (El sombrero del cardenal. Dinero,
ambición vida cotidiana en la corte de
la princesa Borgia), de la historiadora británica Mary Hollingsworthm nacida en
1950, especialista en la Italia medieval y autora de importantes obras sobre
ese período, entre ellas las dedicadas a la familia Medici y también a otra
sobre los Borja: The Borgias: History's
Most Notorious Dynasty, publicada en 2011.
La que
estamos comentando es anterior, de 2004, y trata sobre la vida del cardenal
Hipólito de Este (1509-1572), el segundo de los hijos que tuvo Lucrecia Borgia
con Alfonso I de Este, duque de Ferrara. Era sobrino de otro cardenal del mismo
nombre, hermano de su padre que vivió entre 1482 y 1520, y del que heredó el
arzobispado de Milán. Fue una figura importantísima, tanto como hombre de
Estado como por su labor de mecenas de las Artes, siendo recordado por haber
construido en Roma la famosa Villa d’Este, que mandó decorar con piezas
arqueológicas procedentes de Villa Adriana. Fue, por lo tanto, una gran figura
del Renacimiento en cuyo contexto hay que situarla, señalando que, a pesar de
haber sido creado cardenal por Paulo III en 1538 y de disfrutar de numerosos
beneficios eclesiásticos, desde los 10 años, no fue ordenado sacerdote hasta
1564, ocho años antes de su muerte.
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