Acabamos de adquirir este retrato del cardenal D. Juan Soldevila Romero, firmado por D. Elías García Martínez en 1921. Pintado al óleo sobre tabla, con unas dimensiones de 33 x 23,5 cm, viene a sumarse a otras recientes adquisiciones de este artista tan vinculado a nuestra ciudad, que fue el padre del escultor Honorio García Condoy y del también pintor Julio García Condoy.
El
cardenal Soldevila había nacido en 1843 en Fuentelapeña (Zamora) y, siendo
canónigo de la catedral de Valladolid, fue nombrado Obispo de Tarazona en 1889.
Visitó nuestra ciudad en varias ocasiones y, en 1901, fue promovido a la sede
metropolitana de Zaragoza.
El
Papa Benedicto XV lo creó cardenal en el consistorio celebrado el 15 de
diciembre de 1919, con el título de cardenal presbítero de Santa María del
Popolo. Hacía poco que había finalizado la I Guerra Mundial y ese consistorio
tuvo un carácter peculiar, dado que junto al arzobispo zaragozano fueron
creados cardenales tres obispos de la República de Polonia, que había vuelto a
recuperar su independencia. Uno de ellos era el arzobispo de Gniezno-Poznan,
Primado de Polonia; otro el arzobispo de Varsovia y el tercero el obispo de
Breslau, aunque como “cardenal in pectore”, posiblemente por temor a tensiones
con Alemania que se había visto obligada a ceder esa ciudad por el Tratado de
Versalles. Junto a los citados, también fueron creados cardenales en ese
consistorio el Patriarca de Jerusalén, el Vice-Camarlengo de la Cámara
Apostólica y el Nuncio en Austria.
Durante
su pontificado en Zaragoza, el cardenal Soldevila impulsó la creación de la
Caja de Ahorros de la Inmaculada, así como de sindicatos católicos y de
viviendas sociales. La capital aragonesa era entonces un activo foco del
anarquismo y, desde esos sectores el cardenal se convirtió en blanco de
aceradas críticas.
El 23
de agosto de 1920 fueron asesinados los funcionarios municipales el arquitecto
José de Yarza, el ingeniero César Boente y Joaquín Octavio de Toledo,
escribano, fueron abatidos a tiros cuando reparaban el alumbrado público de la
ciudad, en el transcurso de una huelga, como recodaron los medios de
comunicación recientemente.
Aún no se había
extinguido el eco de aquel trágico acontecimiento cuando el 4 de junio de 1923
era abatido a tiros el cardenal arzobispo de Zaragoza cuando se disponía a
entrar en la escuela-asilo que había fundado en El Terminillo (aún subsiste
frente al Hospital Clínico), y solía visitar todos los días después de comer.
El cardenal murió en el acto, mientras que el chofer y el sacerdote que le
acompañaban resultaron heridos.
Los autores del
atentado fueron los anarquistas Francisco Ascaso y Rafael Torres Escartín que
vaciaron los cargadores de sus pistolas contra el coche en el que viajaba el
cardenal, matrícula Z-135. Fueron detenidos algún tiempo después. Ascaso
consiguió fugarse de la prisión y murió en Barcelona, al inicio de la guerra civil,
durante el asalto al cuartel de Atarazanas. Rafael Torres fue condenado a
muerte pero, como consecuencia del desequilibrio psíquico que le fue
diagnosticado, le conmutaron la pena por la de reclusión perpetua en un
sanatorio. A pesar de ello, en 1939 fue fusilado en Barcelona.
La conmoción
provocada por el asesinato del cardenal fue enorme en todo el mundo, dado que
hacía tiempo que no ocurría un hecho semejante en la persona de un príncipe de
la Iglesia, aunque posteriormente hubo otros hechos similares.
El sepelio del
ilustre purpurado constituyó una gran manifestación de duelo en la capital
aragonesa que, desde entonces, no ha vuelto a tener un cardenal. El desconocido
retrato que hemos adquirido nos ha permitido recordar el trágico
acontecimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario