La vecina villa de Mallén celebra, en torno al primer domingo de septiembre, sus Fiestas Patronales en honor del Santo Cristo atado a la Columna que se venera en su iglesia parroquial.
El origen de esta imagen está unido a una bella tradición que recogió D. Francisco Javier Córdoba en su obra Manlia y Mallén. Refiere este autor que en una fría tarde del mes de marzo, llamó a las puertas de una modesta vivienda, situada junto a las ruinas de la antigua mezquita, un pobre al que los moradores dieron cobijo para que pasase la noche. Se acercaba la Semana Santa y, en la conversación que siguió a la cena, manifestaron al mendigo el deseo de los habitantes de la localidad de contar con una imagen de Cristo, de la que carecían en su parroquia. Su sorpresa fue grande cuando el desconocido les dijo que él podía hacerla, si le proporcionaban los materiales precisos y el sustento, aunque con la condición de no penetrar en la habitación donde iba a trabajar, hasta que les avisara. Así lo hicieron, aunque en la noche del tercer día pudo más su curiosidad y decidieron entrar para conocer la marcha de la obra. Su sorpresa fue enorme al comprobar que el visitante había desaparecido y que, en el centro de pequeña estancia, se encontraba la bella imagen de Cristo atado a la Columna que, desde aquel momento, se convirtió en especial protector de la villa de Mallén.
En su honor se inició, a comienzos del siglo XIX, la construcción de una capilla en la que venera la imagen, bajo un templete circular. Proyectada por el arquitecto zaragozano Tiburcio del Caso, las obras se interrumpieron a causa de la Guerra de la Independencia y tardaron mucho tiempo en reanudarse, no pudiendo dar término a las mismas hasta 1854, aunque fue objeto de una profunda renovación en 1912, en este caso con un proyecto del arquitecto Martínez Ubago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario