jueves, 7 de agosto de 2025

El eclipse de 1860 en nuestra zona

         Ante la proximidad del eclipse solar total que tendrá lugar dentro de un año, queremos recordar lo ocurrido con ocasión del acaecido el 18 de julio de 1860, por la trascendencia que tuvo.

 

 

         El eclipse de 1860 tuvo especial repercusión en España, debido a que se limitó a una franja de la península que discurría entre Bilbao y Valencia, despertando enorme interés en los medios científicos de todo el mundo que prepararon expediciones para desplazarse a observarlo en nuestro país.

Sobre el mismo hay publicados diversos artículos, entre los que destaca el del Prof. D. Jesús Ildefonso Díaz de la Universidad Complutense que hace referencia a las expediciones, procedentes de Rusia, Suecia, Prusia, Baviera, Estados alemanes, Italia, Suiza, Inglaterra, Francia y Portugal, que vinieron a observarlo. Especialmente importante fue la expedición inglesa que llegó a Bilbao y Santander, a bordo del HMS Himalaya, con numeroso material científico.

         No menos importante fue el papel desempeñado por la Real Academia de Ciencias, que el citado autor se encarga de reivindicar, la cual publicó una Instrucción sobre el eclipse de sol, con la suficiente antelación.

 

         Mientras buena parte de los científicos extranjeros se ubicaron en diversos lugares de la zona afectada por el eclipse, la Academia y el Real Observatorio de Madrid organizaron dos expediciones, una de las cuales tuvo como destino el Moncayo, por considerar que era uno de los mejores lugares para la observación del fenómeno.

 

         La expedición al Moncayo estuvo dirigida por D. Eduardo Novella y Contreras (1818-1865), Primer Astrónomo del Observatorio de Madrid que, posteriormente, publicó un informe con una relación detallada de lo acaecido en el transcurso de la misma.

         Con él viajaron, por Tudela y Tarazona, el ayudante Tomás Ariño, el auxiliar Luis Muñoz, así como el sargento Espínola y dos soldados artilleros que la Comisión de Estadística General del Reino puso a su disposición. A ellos se les unieron el Catedrático de Química de la Universidad Central D. Manuel Sáenz Díaz; D. Valero Causada y Labastida, Catedrático de Física de la Universidad de Zaragoza; D. Constantino de Ardanaz y Undabarrena, entonces Ingeniero Jefe de Caminos y Diputado a Cortes y más tarde Ministro de Hacienda; y el alumno de la Escuela de Caminos D. Celestino Olózaga, probablemente hijo del ilustre político D. Salustiano de Olózaga.

         Posteriormente llegaron los astrónomos franceses Mon. Jean Chacornac y Mon. León Foucault (que ha pasado a la historia por el experimento con el péndulo que lleva su nombre), ambos del Observatorio de París; Mon. Nicolas Auguste Tissot, de la Escuela Politécnica de París y Mon. Urbain Le Verrier Director del Observatorio de París. Con ellos viajaron Karl  Christian Bruhns, Director del Observatorio de Leipzig; el coronel suizo Emile Etienne Alfred Gautier que llegó a ser Director del Observatorio de Ginebra, así como el comerciante de Leipzig Mr. Auerbach.

 

         Efectuada la distribución de tareas entre todos los que iban a participar en los trabajos, D. Eduardo Novella se trasladó al Santuario de la Virgen del Moncayo, donde inicialmente había previsto situar el centro de observación. Sin embargo, al reconocer el lugar consideró más oportuno intentar establecerlo en la cima del monte, subiendo al mismo, tras una penosa marcha. Comoquiera que era preciso llevar hasta allí el material científico se dirigió a los ayuntamientos de la zona para que enviaran hombres con el fin de construir una senda que llegara hasta la cumbre.

 

         Fueron gentes de Añón, Lituénigo, San Martín y Tarazona los que asumieron ese trabajo, trazando la senda que se sigue utilizando en la actualidad y que tiene su origen en ese hecho histórico.  Por otra parte, el sargento y los soldados se encargaron de construir una caseta o refugio, con techo de madera, para albergar los instrumentos.

         Sin embargo, cuando todo estaba dispuesto, las fuertes rachas de viento destruyeron el tejado, por lo que D. Eduardo Novella decidió situar el puesto de observación en la explanada situada frente al Santuario, aunque si las circunstancias lo permitían no descartó ascender a la cumbre por la senda recién trazada.


         Pero, en la mañana de 16 de julio, hubo una gran tormenta en la zona y, al amanecer del 18, la cumbre del Moncayo amaneció cubierta de niebla, por lo que, ante el riesgo de no poder contemplar el eclipse, una parte de la comisión bajo al llano, donde afortunadamente el cielo estaba despejado y en una elevación próxima a Tarazona se pudieron realizar los trabajo. Los que habían quedado en el monte también pudieran verlo al levantase le niebla y, posteriormente, permanecieron en la zona varios días para realizar las necesarias observaciones para situar geográficamente los puntos de observación. Esta es la narración de lo ocurrido aquí, durante aquel eclipse que fue el primero en el que se fotografiaron las protuberancias solares.

 


         Suele afirmarse que la primera fotografía de un eclipse total de sol se obtuvo en Rivabellosa (Álava), en esa ocasión de 1860, siendo el astrónomo inglés Warren de la Rue quien la realizó, aunque otras fuentes señalan que ya, con anterioridad, se habían tomado imágenes de un eclipse, cuando la fotografía acababa de cobrar carta de naturaleza.


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