Hace
unos días, en otro foro dedicado a temas borjanos se reprodujo esta imagen,
parcialmente mutilada, identificándola con una “procesión” de Borja (ahora
hemos sabido que la insertó una ilustre vereña, lectora habitual de nuestro
blog). Nada dijimos, en esos momentos, ya que estábamos intentando adquirir la
postal, dado el interés que entrañaba para una etapa concreta de nuestra
historia reciente.
Porque,
se trata de una postal, afortunadamente incorporada a nuestro archivo. Había
sido realizada por D. Luis Carceller “Fotógrafo de Borja” y utilizada por él
mismo para una comunicación familiar. Sin embargo, nos planteaba varios
problemas en relación con su correcta identificación. Era preciso constatar si
había sido realizada en Borja, en qué momento y, por otra parte, de qué
ceremonia se trataba.
Respecto
al primer interrogante, D. Miguel Ángel Borobia nos ha señalado que la zona por
la que discurre el cortejo corresponde a la calle Corona. En cuanto al momento en que fue realizada, a
juzgar por el uniforme que visten las personas que dan escolta armada al mismo,
ha de situarse entre 1936 y 1937, ya que se trata de jóvenes vistiendo el
uniforme de Falange Española, con el gorro que utilizaron, hasta sus
sustitución teórica por la boina roja, tras el Decreto de Unificación.
Quedaba,
sin embargo, el problema de la ceremonia a la que correspondía, pues era
extraña la presencia de esa cruz que, desde luego, no era una cruz parroquial,
portada por un sacerdote (lleva estola blanca), rodeado de un significativo
número de presbíteros con roquete y estola, mientras que atrás se adivina la
presencia del terno (puede verse detrás del último escolta armado a un
sacerdote con dalmática). Es un día luminoso y los balcones están engalanados
con colgaduras, en dos de las cuales se adivina una imagen de la Virgen del
Pilar.
Ha
sido D. Leandro José Galindo quien ha logrado darnos la interpretación
correcta. Lo que desfila por las calles de Borja es la Cruz de San Miguel de
Aralar, uno de los símbolos devocionales más importantes de Navarra, que se
venera en el santuario del mismo nombre situado en Huarte-Araquil.
Según
la leyenda, fue mandado construir por un caballero llamado Teodosio, en
reconocimiento a un sorprendente prodigio. Teodosio estaba combatiendo con los
musulmanes, cuando sus padres decidieron visitar su casa, en la que permanecía
su esposa Dª Constanza de Butrón. Como deferencia hacia sus suegros, los
acomodó en la habitación más importante, pasando ello a ocupar otra más
modesta. Poco después, regresaba Teodosio victorioso, cuando le salió al
encuentro el diablo quien le comunicó que su mujer le había engañado durante su
ausencia. Lleno de furor, entró en la casa y apuñaló a las dos personas que
dormían en su cama, creyendo que eran su esposa y el supuesto amante. La
sorpresa fue terrible al ver a Dª Constanza que regresaba de misa. Destrozado
por el dolor que le había ocasionado la muerte involuntaria de sus padres, fue
a confesar su pecado con el obispo de Pamplona quien le impuso como penitencia
ir en peregrinación a Roma. Allí el Papa volvió a absolverle pero le impuso una
nueva penitencia: llevar unas pesadas cadenas hasta que, por un milagro
evidente, se viera librado de ellas. Así lo hizo, y de vuelta a Aralar se vio
amenazado por un terrible dragón. Viéndose perdido se encomendó a San Miguel y
el arcángel hizo acto de presencia, llevando una cruz sobre su cabeza. Tras
matar al dragón, Teodosio vio caer sus cadenas y, en señal de gratitud,
prometió construir el santuario dedicado a San Miguel.
Allí
llegan numerosos peregrinos y, cada año, el día de Pascua de Resurrección
inicia un recorrido por muchas localidades navarras que se prolonga durante
varios meses y durante las cuales se bendicen los campos y visita a los enfermos.
La cruz, siempre que es posible, es portada por sacerdotes.
Una
de las paradas obligadas es en Pamplona, donde permanece durante una semana,
siendo llevada a la Casa Consistorial y a la actual sede del Gobierno Foral,
siendo recibida en ambas sedes con todos los honores.
En
esta imagen, puede verse a la Cruz que, en este caso, no lleva un sacerdote,
escoltada por fuerzas del Requeté, durante su llegada a Leiza en los años de la
guerra civil. Pudo ser en esa época cuando visitó Borja, un acontecimiento que
desconocíamos y que, además, resulta llamativo ya que no suele salir del
territorio navarro, salvo algunas incursiones en Guipuzcoa. De confirmarse esta
hipótesis, estaríamos ante uno de los escasos testimonios fotográficos de la
época, aunque en el archivo del Centro se conservan algunos otros de gran
interés que iremos publicando.
Hablamos
de hipótesis, ya que aún se mantienen algunas dudas sobre esta postal. Así, por
ejemplo, nos ha llamado la atención de que la escolta sea de falangistas que,
en Borja, eran minoritarios en contraposición con la nutrida presencia de
requetés. Asimismo, el paso del cortejo por esa zona no tiene excesiva
justificación, salvo que vinieran de realizar la “bendición de los campos” que
en aquellos años aún se efectuaba en el monte de la Corona.
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