Alberto
Serrano Dolader en su habitual columna de los domingos en Heraldo de Aragón hacía referencia, en la publicada el día 3 con el
título de “Pieza de museo”, a un sillar de alabastro conservado en el Museo de
Zaragoza que lleva grabado un gran pene, lo que le servía para aludir a ese
tipo de representaciones que, en la cultura romana, no tenían un significado
obsceno, sino que estaban relacionadas con la fertilidad y como símbolos de
protección. En algunos casos frente al mal de ojo, como ocurre con esos
amuletos fálicos que el autor afirmaba haber contemplado en el citado museo y
también en el de Borja.
Efectivamente,
en la vitrina nº 10 de nuestro Museo Arqueológico se exhibe una pequeña
colección de estos objetos, procedentes de Borja, Magallón y Albeta, en forma
de falo y con una anilla para ser colgados.
Sus
diseños son diferentes, aunque siempre aparece el pene y los testículos,
asociado en ocasiones a un puño cerrado, símbolo de la buena suerte. Eran elaborados
con distintos materiales, incluso en oro, aunque los del museo de Borja son
todos ellos de bronce. Se llevaban colgados del cuello y su misión era la de
proteger contra el mal de ojo pero también la de favorecer la fertilidad.
En la
misma vitrina en la que se exponen se ha dispuesto, en un plano elevado, dos
testimonios del Cristianismo que vino a reemplazar a las antiguas creencias,
nunca completamente desterradas. En concreto, allí se muestra la primera
representación de un Crismón, el anagrama de Cristo, esgrafiado en la base de
un recipiente de terra sigillata, encontrado en Los Quiñones (Borja). Junto a
él, un anillo encontrado en Bursao, con una cruz.
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