El Dr.
D. Alberto Aguilera Hernández emprendió hace unos días una peregrinación tras
las huellas del ilustre borjano fray Juan López de Caparroso, que le llevó a
visitar el antiguo convento dominico de San Pablo de Valladolid, donde profesó
y decidió ser enterrado.
Fray Juan López
de Caparroso llegó a ser obispo de Crotona y, posteriormente, de Monopoli, en
Italia, desde donde regresó a España para recluirse en sus últimos días en el
citado convento vallisoletano, donde falleció en enero de 1631, a una edad que
muchos autores cifraban en 107 años, a partir de la información publicada por
Latassa. Siempre pusimos en duda la extraordinaria longevidad del obispo borjano,
pero fue también el Dr. Aguilera quien, en sus investigaciones realizadas en el
Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Borja, pudo establecer
definitivamente que había nacido en diciembre de 1540, por lo que murió cuando
estaba a punto de cumplir los 91 años, edad avanzada pero alejada de los 107
años que le atribuían.
Con
motivo de este viaje, el Dr. Aguilera nos ha dado a conocer el testamento de
fray Juan que fue publicado por D. Anastasio Rojo Vega y en el que se mencionan
algunas de las obras que realizó en su ciudad natal. La más importante de ellas
es, sin duda, la capilla de los mártires, construida sobre un solar que
adquirió, en la parte posterior de la colegiata de Santa María y que estaba
presidida por el altar que, actualmente, está en la primera capilla de su nave
y en el que se conservan la excepcional colección de reliquias que donó a la
colegiata.
Lamentablemente,
su bellísima capilla, uno de los espacios de mayor interés de Santa María,
sigue siendo la gran desconocida, a la espera de una completa restauración que
no debería demorarse.
Utilizada
como almacén, en uno de sus laterales se encontraba el lienzo con su imagen que
ahora se exhibe en el Museo de la Colegiata, coronado con sus armas
episcopales. Su disposición, ha sugerido que, en algún momento, se pensara
utilizar como enterramiento del prelado, pero en sus disposiciones testamentarias
estableció con precisión que su cuerpo
fuera sepultado en “el monasterio del señor San Pablo”, en la capilla del
capítulo, en la sepultura “en la sepultura donde está puesta una piedra con las
armas de la orden y las mías y capelo episcopal”.
Pero,
en su testamento, sí que hace mención a la capilla de la colegiata para la que
dice que había donado muchas cosas de plata, frontales, ternos, capas y
casullas, candeleros de plata grandes, dos cálices de plata y otras cosas,
todas ellas desaparecidas.
Al
mismo tiempo, nombraba como patrona de dicha capilla y de las capellanías en
ella fundadas a su sobrina Rafaela López de Caparroso, de donde por matrimonio
pasó a los marqueses de Montesa, cuyas armas aparecen también representadas en
las pechinas de la cúpula.
También
estaba presente en su testamento el Santuario de Misericordia, por cuya imagen
decía “siempre he tenido particular devoción”. En su primer testamento legaba
la cantidad de 2.000 reales para la fábrica del actual templo que entonces se
estaba construyendo. Se suele afirmar que fue sufragada por él, tanto la obra
de la nave como las cuatro capillas que, más tarde, se le adosaron.
Sin
embargo, en el codicilo que, con fecha
de 23 de octubre de 1624, añadió al testamento, se señala que comoquiera que la
iglesia ya estaba terminada deja 300 ducados a dicho templo para que pueda
redimir alguno de los censos que se habían tomado para las obras o para hacer “algún
dormitorio, enfermería, hospedería o cualquier otra cosa” que pareciere
oportuno al prior de la colegiata, al canónigo vicario de la misma, al
racionero vicario de la parroquia de San Miguel y a su sobrino Pedro Pelín,
encargados de administrarlas. Sabemos que, son esa cantidad, se construyeron
las habitaciones del claustro principal del “Caserón”.
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