El 25 de marzo de 1708 nació en Tabuenca sor Inés María Cuartero Sancho. Perteneciente a una antigua familia de la localidad, quedó huérfana a los cuatro años, haciéndose cargo de su educación dos ilustres hijos de la misma villa que, además, eran parientes suyos: D. José Millán Lumbreras y D. Francisco Cuartero.
El 17 de mayo de 1722,
con tan solo 14 años de edad, ingresó en el convento de capuchinas de Ntra.
Sra. de los Ángeles de Zaragoza, donde hizo la profesión solemne tres años
después. Muy pronto destacó por su formación y, tras ocupar diversos cargos,
fue elegida abadesa en 1744, pero el arzobispo no concedió la preceptiva
licencia por no haber alcanzado la edad de 40 años. Tres años después volvió a
ser elegida y, en este caso, a pesar de que aún le faltaban seis meses para
cumplirlos, le fue otorgada la dispensa, siendo reelegida en 1750.
El convento se encontraba
en la actual plaza de Santa Engracia y fue derribado. En 1877 lo trasladaron a
la calle Manuela Sancho; a ese nuevo edificio corresponde el dibujo que
reproducimos. También fue derribado en 1973 y, en la actualidad, la comunidad
está instalada en un nuevo convento situado a las afueras de la ciudad.
El nombre de sor Inés
está unido a la fundación del convento de Gea de Albarracín, una iniciativa del
obispo D. Juan Francisco Navarro y Gilabert, el cual solicitó al arzobispo de
Zaragoza el envío de un grupo de religiosas para su puesta en marcha. Al frente
de ellas marchó Sor Inés María que llegó a Gea el 29 de octubre de 1756, tras
ocho días de viaje, siendo alojadas en la propia residencia del prelado hasta
que pudieron ocupar el nuevo monasterio.
Fue abadesa del mismo
hasta que, en 1773, presentó su renuncia, haciendo uso del privilegio que, como
fundadora, tenía de retornar a su convento de procedencia. Sin embargo,
continuó como Vicaria en el de Gea, hasta que el 2 de febrero de 1776 sufrió un
accidente cerebro-vascular agudo cuando se encontraba en el coro. Pudo superar
la crisis, pero la enfermedad le dejó algunas secuelas, tanto físicas como
psíquicas que afectaron a su carácter durante la última etapa de su vida.
Sufría mucho ante el
temor de no ser digna de la salvación, recurriendo a la mortificación y a su
especial devoción a la Virgen, para la que compuso algunas obras poéticas. Las
molestias físicas se fueron acrecentando, pero murió en paz, rodeada por toda
la comunidad el 14 de febrero de 1778, tras 56 años de vida consagrada, siendo
enterrada en el panteón del convento.
En abril de 2006, las
últimas religiosas abandonaron ese histórico convento que, en la actualidad está
regido por los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca que, en 2021,
inauguraron allí la Residencia de Ntra. Sra. de los Dolores.
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