Ayer se celebró la solemnidad de la Anunciación del Señor, en la que se conmemora la concepción inmaculada de María (que no es lo mismo que la Inmaculada Concepción), por el Espíritu Santo. Esta celebración, de origen oriental, fue adoptada por la Iglesia de Occidente en el siglo VII, alcanzando gran difusión a partir de la centuria siguiente.
La fecha fijada
fue la del 25 de marzo, por corresponder a los nueve meses anteriores al Nacimiento
del Señor, el 25 de diciembre, duración habitual de un embarazo.
Este artículo,
ilustrado con la preciosa tabla del antiguo retablo de la colegiata de Santa
María. debería haber sido publicado ayer, pero nos olvidamos de “colgarlo”. Lo
hacemos hoy, junto con un bellísimo fragmento del poema que Federico García Lorca,
dedicó a la Navidad:
“El Arcángel San Gabriel,/ entre
azucena y sonrisa,/ bisnieto de la Giralda,/se acercaba de visita.
En su chaleco bordado/grillos
ocultos palpitan./ Las estrellas de la noche/se volvieron campanillas./ San
Gabriel: Aquí me tienes/con tres clavos de alegría.
Tu fulgor abre jazmines/ sobre mi
cara encendida./ Dios te salve, Anunciación./Morena de maravilla.
Tendrás un niño más bello/que los
tallos de la brisa./¡Ay, San Gabriel de mis ojos!”. Una maravilla
que, como todo lo de García Lorca, merece ser leído completo.
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