En 1923 fue inaugurada en Borja una plaza de toros estable, de la que sólo nos ha quedado esta imagen aérea, en la que se aprecia perfectamente el redondel, junto a la actual calle de Ramón y Cajal. Un poco más arriba se ve la plaza de Santo Domingo (de forma triangular) y a la derecha la de España. La plaza de toros fue desmontada en 1933, cuando los terrenos en los que estaba fueron adquiridos para construir el Grupo Escolar.
Ayer dimos
noticia de esa novillada en la que iban a compartir cartel dos diestros borjanos,
lo que no pudo llevarse a efecto por el asesinato de uno de ellos, pocos días
antes.
Pero, en el año
de la inauguración de la plaza, fueron programados espectáculos de muy diversa
índole, de los que han quedado testimonios en el archivo de la familia Ojeda.
Allí, se encuentra ese cartel de otra novillada, aunque en este caso la muerte
de las reses fuera simulada y los protagonistas de la primera parte eran “espadas”
de nuestra comarca.
Concretamente,
se trataba de Eduardo Muñoz y Pedro Pardo, ambos nacidos en Ainzón. El primero
de ellos había sido alumno de la Escuela Taurina de Zaragoza, teniendo como
maestro a Antonio Labrador «Pinturas». Con Pedro decidió crear la “Cuadrilla
Juvenil Aragonesa”, para torear juntos, pero su carrera terminó muy pronto.
La segunda
parte de la novillada corrió a cargo de Servando Monterde, nacido en Zaragoza
el 4 de enero de 1905. Según algunos autores, toreó su primera novillada el 2
de agosto de 1924, en Zaragoza. Sin embargo, es evidente que ya había toreado
en otros lugares como lo demuestra su presencia en Borja el año anterior,
aunque hay que recordar que ni él ni los otros novilleros llegaron a matar las
reses que les habían correspondido. Su carrera como novillero terminó en 1928,
continuando como banderillero.
Sebastián
Monterde, tras abandonar los toros, llegó a ser un reconocido barquero y
calafate en el Ebro. Su familia regaló el traje de luces que se había hecho
confeccionar en la mítica sastrería de toreros Manfredi de Sevilla a un museo taurino.
Tiempo después vimos que se ofertaba en una subasta, con referencia expresa al
diestro aragonés.
Tras la lidia
de las novillas, en el mismo ruedo se organizó un baile popular con la participación
de la Banda de Música que dirigía D. Miguel Compans Sanjuán, de la que se
conserva esta foto, tomada en el antiguo campo de fútbol de La Graciel.
Pero, en la plaza de Toros, se celebraron también otros
espectáculos, como esta “Gran Fiesta de la Jota”, organizada por la Comisión de
Festejos el 24 de septiembre del mismo año de su inauguración.
Comenzó con un concierto de la citada Banda Municipal, continuando con una carrera de cintas en bicicleta, un concurso que, por entonces, tenía gran aceptación entre los jóvenes. Después, dio comienzo el Concurso de Jota, con una primera parte en la que intervinieron joteros de Borja y la comarca, mientras que en la segunda actuaron las parejas de baile inscritas. En cada modalidad hubo dos premios de cierta importancia. El primero de 50 pesetas y el segundo de 25 pesetas.
Luego, se
presentó el cuadro de canto y baile de Cecilio Navarro, el mayor y más popular intérprete
de jota durante veinte años. Nacido en Zaragoza en 1881, ganó treinta y seis
premios de jota, grabó ciento veinte tonadas y, sin duda, fue el que más
estilos diferentes llegó a conocer y cantar en su tiempo, como destacó Javier Barreiro
en la reseña que le dedicó. Tras actuar en numerosos lugares de diferentes
países, falleció en 1969.
El festival
concluyó con una tómbola en la que se sortearon “los objetos sobrantes de la del
año pasado” y otros nuevos. Solo nos queda mencionar que las letras de las
jotas que fueron interpretadas en el concurso, habían sido previamente
examinadas por el Jurado y que, acompañando a joteros y bailadores, actuó la “aplaudida
rondalla de esta ciudad”.
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