jueves, 13 de marzo de 2025

El asesinato de Juan de Albir en Magallón

 

El 13 de marzo de 1283 se produjo, en Magallón, el terrible asesinato de Juan de Albir, a manos de Antón y Martín del Frago. Pocos crímenes llegaron a alcanzar la repercusión de éste, el cual es preciso situarlo en el marco de los enfrentamientos suscitados entre dos familias rivales de esa localidad, los Albires y los Frago, que se dirimían en constantes riñas y violentas disputas.

         En el transcurso de una de ellas, Juan de Albir dio muerte a Sancho del Frago, por lo que fue condenado a mantener, a sus expensas, a la viuda del fallecido y a sus dos pequeños hijos. Aunque Juan de Albir cumplió siempre la obligación que le había sido impuesta, los niños fueron creciendo con el deseo de vengar la muerte de su padre.

         Se llamaban Antón y Martín del Frago y, a pesar del transcurso del tiempo, nunca se recataron en ocultar sus intenciones, por lo que Juan de Albir, que había ido envejeciendo, procuraba adoptar las precauciones necesarias.

         Ya era anciano cuando, regresando de un viaje a Zaragoza, fue sorprendido por los hermanos Albir que le aguardaban en las afueras de Magallón. Percatado de sus intenciones corrió a refugiarse en la ermita de Ntra. Sra. de la Huerta, situada donde luego se edificó la hermosa iglesia mudéjar (declarada Bien de Interés Cultural), de donde pudo ser rescatado por algunos vecinos que acudieron al oír sus gritos.

         Algún tiempo después, volvieron a repetirse los hechos y, de nuevo, salvó la vida al no atreverse los rencorosos hermanos a agredirle por encontrarle abrazado a la imagen de la Virgen. Pero, tan sólo una semana después, el 13 de marzo de 1283, fue de nuevo atacado cuando circulaba por las inmediaciones de la ermita montado en un pequeño jumento. Aunque, en esta ocasión, quiso protegerse penetrando en el interior del templo, sus agresores no vacilaron en perseguirle, atravesándole con sus lanzas cuando, como hiciera anteriormente, se agarraba a la imagen que rodó hasta caer sobre el cadáver del infortunado anciano.

         El crimen provocó la lógica conmoción entre los vecinos de la localidad que se acrecentó al día siguiente, cuando al ir a sepultarlo en la misma ermita comprobaron, con sorpresa, que la imagen de la Virgen había desaparecido, junto con las joyas que la ornaban, entre las que se encontraba el relicario donado por el rey Jaime I, cuando pasó por Magallón, en 1257.

 

         Algunos días después se tuvo noticia de que, en los montes de Leciñena, había aparecido una imagen de características muy similares a la de Magallón. Inmediatamente, el Justicia y los Jurados de la villa se desplazaron hasta ese lugar con el propósito de comprobar si se trataba de la misma para, en su caso, poder recuperarla.

         Tras constatar que lo era y vencer la resistencia de los de Leciñena, emprendieron el camino de regreso a Magallón con su Virgen. La primera noche se detuvieron en Monzalbarba, en cuya iglesia parroquial la depositaron, siendo velada por muchas personas que acudieron al tener noticia de lo acaecido. Sin embargo, no pudieron impedir que, a la vista de todos, la imagen volviera a desaparecer y retornara a Leciñena.

         El prodigio se repitió otras dos veces, mientras la milagrosa imagen se encontraba en la iglesia del Portillo de Zaragoza y en el propio templo del Pilar, a pesar de que, en estas ocasiones, aceleraron su paso para alejarse de Leciñena y adoptaron especiales medidas de seguridad para protegerla.

 


         Es natural, por lo tanto, que las autoridades eclesiásticas resolvieran respetar la voluntad de la Virgen, expresada de manera tan sorprendente, y la llevaron solemnemente hasta Leciñena, donde los de Magallón tomaron el acuerdo de encargar un hermoso retablo, con las armas de la villa, donde se le dio culto y obró numerosos milagros, hasta que, en 1936, fue quemada por las fuerzas republicanas llegadas desde Cataluña. En la actualidad, ocupa su lugar, una copia fabricada al término de la guerra civil.


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