miércoles, 28 de abril de 2021

Un mártir borjano aún no beatificado

         En alguna otra ocasión nos hemos referido al jesuita D. Jesús Ballesta Tejero quien, desde 1942, tiene incoado el proceso de beatificación sin que, hasta el momento, haya llegado a sustanciarse. Lo consideramos borjano aunque había nacido en el monasterio de Veruela, el 1 de enero de 1903, donde sus padres que eran de Borja, tenían a su cargo la hospedería.


         Acabamos de adquirir la obra Vida del Padre Jesús Ballesta S. I. , mártir de Cristo por la causa obrera que publicó en 1946 su compañero el P. Joaquín Azpiazu S. I. Un libro muy interesante ya que relata, de forma amena, aspectos desconocidos de aquel niño cuyos primeros años transcurrieron entre los muros de Veruela, donde se educó bajo la tutela de los padres jesuitas y donde, siendo aún muy joven, ingresó en la Escuela Apostólica que allí había para prepararse a cumplir su máxima ilusión, ser miembro de la Compañía de Jesús.

         A los 13 años fue enviado a la Escuela Apostólica de Roquetas (Tarragona), ingresando al cumplir los 15 años en el noviciado de Gandía. Entre 1920 y 1923 realizó el juniorado y los estudios humanísticos en Veruela, pasando después a Sarriá para llevar a cabo los de Filosofía. Tras unos años en el colegio del Salvador de Zaragoza, volvió a Sarriá para efectuar los cursos de Teología, donde le sorprendió el decreto de expulsión de la Compañía de Jesús, al proclamarse la II República. Enviado a Aalbeck bei Hulsberg (Holanda), el 27 de agosto de 1932 fue ordenado sacerdote y posteriormente completó su formación en Bélgica y Alemania.

En el verano de 1934 fue destinado a una obra social que, bajo el nombre de “Cultura y Acción” tenían los jesuitas en Madrid, funcionando como asociación civil. De camino hacia la capital de España tuvo la oportunidad de celebrar una misa ante al altar de la Virgen de la Peana, Patrona de Borja. Durante los meses siguientes, su labor se centró en la puesta en marcha de un sindicato católico y en la publicación de artículos en la revista Adelante, de la Juventud Sindicalista, que firmaba con el seudónimo “J. Borja” (no dejar de ser significativo que eligiera el nombre de “Borja” como seudónimo).

Durante aquellos meses puso de manifiesto su compromiso con el mundo del trabajo y con una manera de entender su acción apostólica de forma mucho más próxima a nuestra mentalidad actual. En mayo de 1935, con ocasión de una nueva visita a Borja para atender a sus padres, predicó durante la fiesta de la Virgen de la Peana, causando un gran impacto tanto en Santa María como en la Casa del Congregante en la que se reunió con los jóvenes de la Congregación Mariana. La guerra le sorprendió en Madrid, residiendo con otros jesuitas en un piso de la calle Bárbara de Braganza. 


 

 

Fue detenido el 8 de agosto de 1936 y conducido a la checa Linneo, donde tras ser torturado fue asesinado en la noche de ese mismo día en la pradera de San Isidro. El 16 de diciembre de 1942 fue incoado su proceso de beatificación en la diócesis de Madrid-Alcalá. Concluido el 4 de febrero de 1943, fue remitido a Roma donde aún está pendiente de resolución junto al de otros jesuitas, víctimas de la Guerra Civil.

Gracias a las imágenes del cadáver tomadas por la Policía, con algunos datos acerca del lugar de su enterramiento pudo ser identificado tras la guerra, pero la exhumación de sus restos de la fosa común en la que supuestamente se encontraba no fue concluyente, entre otras razones porque en aquellos momentos no existían las técnicas actuales. En opinión de su biógrafo ello podría suponer algún problema para la feliz conclusión del proceso, aunque es mucho más probable que en ello haya influido el poco interés de la Compañía de Jesús en su tramitación.

Cuando fue iniciado el proceso para la beatificación de un mártir era necesario probar un milagro realizado por su intercesión, aunque desde la reforma de 1983, ya no se requiere en estos casos. No obstante, en la obra del P. Azpiazu se mencionan algunos hechos llamativos que se aportaban sin que hubiera una declaración expresa de su carácter milagroso. Dos de ellos habían ocurrido en Borja. Uno era el del hijo de “un herrero” que contrajo una meningitis, enfermedad sumamente grave en aquellos momentos, de la que curó sorprendentemente tan pronto como colocaron una estampa del P. Ballesta bajo su almohada. En el otro caso cita expresamente el nombre de su protagonista, Dª. Josefina Pablo, a la que le desapareció el tumor del que iban a intervenirle, tras rezar una novena al Siervo de Dios.


         En el libro se inserta también esta fotografía de sus padres D. Manuel Ballesta y Dª. Francisca Tejero. De esta última conservamos numerosas referencias acerca de la entereza con la que asumió la muerte de su hijo que era el menor de los seis que tuvo el matrimonio. Todos, salvo Jesús, habían nacido en Borja ya que el matrimonio pasó a regentar la hospedería de Veruela en 1902, estando ya la madre embarazada y, por ese motivo, vino al mundo en el monasterio el primer día del año siguiente, siendo bautizado el 3 de enero en la iglesia parroquial de Vera del Moncayo.



Entre los recuerdos que también conservamos en nuestro archivo se encuentra la estampa editada para pedir al Señor que el Siervo de Dios puede alcanzar “los honores de la beatificación y canonización” largo tiempo demorados. A nosotros, al igual que nos alegramos con la reciente beatificación de otra mártir borjana, la Madre Isabel Lacaba Andía, también nos llenaría de satisfacción el ver al P. Jesús Ballesta Tejero de ese reconocimiento por parte de la Iglesia, aunque él no lo necesite ya que estamos seguros que hace tiempo que disfruta de la Gloria del Padre al que entregó su vida.





 

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