miércoles, 7 de abril de 2021

Carta profética de mosén Pepe

 

         Uno de los personajes borjanos más injustamente olvidados es D. José María Pereda Matud, que fue el gran educador de la juventud de Borja, a través de su incansable actividad apostólica al frente de la Congregación Mariana. No teníamos ningún documento directamente relacionado con él, pero acabamos de conseguir una carta manuscrita firmada como “mosén Pepe” que era el cariñoso apelativo con el que era conocido.



         Fechada el 9 de septiembre de 1941, en un momento clave para la Congregación, no hemos dudado en calificarla de profética, dado que hace referencia a cuestiones que volverían a cobrar fuerza años después.



Beato Pablo Bori S. J.


         La Congregación Mariana había sido fundada en 1903 por un mártir jesuita, el P. Pablo Bori Puig S. J., asesinado en Valencia en 1936 y ya beatificado. Cuando dejó Veruela, tomó su relevo mosén Pepe, primero al frente de los más pequeños y después de toda la congregación. 


Fueron años de actividad incansable en los que la iglesia de Santo Domingo se convirtió en el centro de espiritualidad más dinámico de la ciudad. La sabatina, las misas dominicales y las grandes fiestas lograban reunir en sus bancos a la mayor parte de la juventud borjana, en torno a sus Patrones San Luis Gonzaga, San Estanislao de Kostka y San Juan Beckman. Pero, además, pudo lograr su sueño de crear en la calle Mayor la “Casa del Congregante”, escenario de numerosas actividades culturales.


         Pero en 1941, mosén Pepe que moriría siete años después estaba ya enfermo. La parálisis que le afectaba, aunque no lo impedía recibir visitas y un intenso intercambio epistolar, hacía necesario buscar a un sacerdote que le sustituyera al frente de la congregación. Ese es el motivo por el que se dirige a Agustín María Sierra, activo miembro de la misma para proponerle a la persona que consideraba más idónea.


         Se trataba de D. Mauricio Soria Aranda (1887-1970) quien, tras ser ordenado sacerdote, desempeñó el puesto de paje del Sr. Obispo, lo que le permitió desenvolverse muy bien en los ambientes aristocráticos. Destinado a Borja, donde había nacido, su formación humanística y su gran conocimiento de la lengua latina fueron determinantes a la hora de ser elegido como profesor del Colegio de Santo Tomás de Aquino que había fundado D. Gerardo Mendiri. En la enfermedad de mosén Pepe se había hecho cargo de la misa dominical de la congregación pero, comoquiera que era un hombre inteligente, se percataba que carecía de las dotes carismáticas de mosén Pepe por lo que se resistía a sustituirle como Director. De ahí uno de los motivos de la carta, intentar que Agustín Sierra le presionase.


         Hay unos puntos de la carta sobre los que nos gustaría insistir. Su referencia a la congregación como “obra benemérita” de la ciudad y semillero de su juventud. Al mismo tiempo apunta a los recelos que despierta en aquellos que “quieren darle la puntilla”, algunos de los cuales no eran personas ajenas a la Iglesia. Al candidato que propone como Director le aconseja que actúe con independencia, sin verse condicionado por él, insistiendo únicamente en que mantenga la relación con Veruela y el “trato íntimo con los Padres”. No en vano las congregaciones marianas eran una obra apostólica surgida al calor de esa Compañía de Jesús tan diferente a lo que de ella queda en la actualidad.


         A pesar de todo, la Congregación subsistió más de 20 años tras la premonitoria carta. Los recelos que despertaba en determinada persona esa masiva asistencia de jóvenes a los actos organizados en Santo Domingo, por la falsa creencia de que se los “robaban” a la parroquia, propiciaron su definitiva desaparición en la que jugó un papel determinante el nuevo modelo pastoral introducido por un joven sacerdote nada más llegar a Borja.

         Su desaparición llevo aparejada la de la Casa del Congregante y con ello el fin de una época cuyos frutos eran evidentes. Lo que vino después está también a la vista, aunque a ello coadyuvaran los cambios operados en la sociedad española.

         Sin embargo hay algo en todo este proceso que parece responder al influjo de una fuerza, ajena a lo estrictamente humano, especialmente empeñada en borrar cualquier recuerdo de aquella gigantesca obra apostólica que mantuvo viva la Fe en nuestra ciudad. De otra forma no puede explicarse hechos como el cierre de la iglesia donde había tenido su sede; el derribo del edificio que había acogido a la Casa del Congregante; el olvido al beato Pablo Bori, un mártir que recorrió nuestras calles y al que, en diversas ocasiones, hemos propuesto que se le dedicara una lápida en la iglesia de la Concepción donde fundó la congregación; y el que para nosotros es el más inexplicable de todos, la retirada del nombre de mosén Pepe del callejero borjano, eliminando sin ningún motivo la calle que, entre el fervor popular, le había sido dedicada tras su fallecimiento. A pesar de todo, en estos días de Pascua, los creyentes proclaman su fe en el Señor, vencedor de la muerte y del pecado, así como del inductor de unos hechos en los que sus autores son meros ejecutores de sus pérfidos designios. Laus Deo.









No hay comentarios:

Publicar un comentario