Uno de
los actos de la recreación que más interés habían despertado era el de la
celebración de unas justas medievales, para las que se había preparado el
palenque en el recinto ferial.
Hasta
allí llegó la comitiva, instalándose en los lugares preferentes los monarcas y
su familia. Junto a ellos, mosén Juan de Coloma, muy satisfecho por el
desarrollo de la visita de los soberanos a su ciudad natal. Su esposa, radiante
y muy enamorada.
Los
miembros del séquito y muchas personas se agolpaban en torno al recinto para
presenciar las pruebas programadas.
Hubo
primero una exhibición de cetrería con rapaces de gran belleza que, un tanto
remisas a veces, mostraron las habilidades de las que son capaces.
Un momento
de gran tensión se suscitó cuando una de las aves atacó a una espectadora. Las
caras de horror de la reina Isabel y de la esposa de mosén Coloma expresan
claramente la tensión que se vivió, ante el temor que la ilustre dama atacada
terminara siendo devorada.
El
incidente se resolvió favorablemente y muchos valientes niños se prestaron a
improvisar un túnel por el que circularon las aves con gran docilidad.
Tras
unos combates a pie, fueron presentados los caballeros que iban a tomar parte
en las justas a caballo que fueron recibidos con grandes aplausos, decantados
muy pronto a favor del que representaba a Aragón.
Su
dominio de la monta y la calidad de sus cabalgaduras quedó patente en los
ejercicios que realizaron antes de enfrentarse entre ellos.
Fueron
varias las pruebas recreadas. La primera, la del estafermo, en el que los
caballeros golpean con sus lanzas el escudo de un maniquí que gira tras recibir
el impacto, siendo preciso esquivar el golpe de la bola que cuelga del otro
brazo.
Otro
juego que pudo presenciarse fue el de la “cabeza de turco”, aunque en esta
ocasión la cabeza que le da nombre fue reemplazada por calabacines y una gran
sandía que los contendientes cortaron hábilmente con sus espadas.
Había
sido preparada, asimismo, una diana para la prueba de bohordos, en la que los
caballeros han de intentar clavar sus venablos pasando al galope frente a ella.
Uno de ellos lo hizo deteniéndose, por lo que fue inmediatamente descalificado.
Atardecía
ya cuando se cruzaron lanzas en el palenque, tras haber entregado sus
gallardetes a las damas por ellos elegidas. Resultado incierto hasta el final
que incluso dio lugar a una escaramuza entre los dos bandos.
Al
final, reconciliados, posaron junto a los reyes, dando por concluido el
espectáculo que habían protagonizado esos excelentes profesionales que son “Los
lobos negros”.
Fue
una lástima que, por diversas circunstancias, a pesar de que todo estaba
preparado, no se pudiera disputar la prueba de la sortija, prevista para los
caballos locales, aunque no ha quedado en el olvido y, en próximas ediciones
podrá presenciarse, al igual que las carreras de cintas para niños y otros
juegos y diversiones tradicionales.
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