En el crucero de la iglesia parroquial de Ainzón hay un interesante lienzo que, por su iconografía, nos llamó la atención desde que tuvimos la ocasión de contemplarlo en detalle cuando, bajo la dirección del Prof. D. Gonzalo Borrás, realizábamos el primer inventario artístico de la comarca hace cincuenta años. Durante el pasado concierto celebrado en ese templo estuvimos sentados frente a él y volvió a suscitar nuestro interés que queremos compartir.
Como puede verse, en la parte central
del lienzo está representada la Virgen del Pilar sobre su columna. Sobre ella,
la Santísima Trinidad: El Padre a la derecha con el orbe en su mano y, a la
izquierda, el Hijo (Cristo) con la Cruz. Entre ambos la paloma que representa
al Espíritu Santo.
A ambos lados de la Virgen están San
Miguel (a la izquierda) y San Sebastián. Este último en actitud de “rescatar” a
una de las almas del Purgatorio que, con otras, están representadas en la parte
inferior.
La devoción a las Almas del Purgatorio
ha gozado de profundo arraigo en la Iglesia, pues no en vano corresponden a las
de quienes van a alcanzar la gloria celestial tras un período más o menos
largo. De igual manera, los sufragios destinados a acortar ese tiempo han sido
constantes a lo largo de la historia, así como la especial intercesión de determinados
Santos y advocaciones marianas.
La más conocidas son la de la Virgen
del Carmen y San Francisco. La primera con el privilegio del escapulario y el
segundo con el de su cordón. San Miguel aparece también con frecuencia en las
representaciones de las Almas del Purgatorio, pues es considerado el encargado
de “pesar” los méritos de cada una en el transcurso del juicio particular al
que seremos sometidos.
Pero, mucho menos frecuente es relacionar a la Virgen del Pilar
con esas Almas y tampoco lo es San Sebastián que, entre otras cosas, suele ser
considerado protector principal frente a las epidemias (junto con San Roque).
Pero, en el caso de Ainzón, está
justificado por ser su Patrón. Mientras que en el cuadro se le representa
desnudo, con las flechas de su martirio clavadas y la palma en una mano, hay en
el templo un precioso busto procesional en el que el Santo viste ropas de
caballero (merecerían ser descritas por alguna especialista), destacando la
cadena que lleva al cuello, de la que pende un medallón que da la impresión de
ser la teca de un relicario.
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