El 8 de agosto de 1936 fue asesinado en Madrid el P. Jesús Ballesta Tejero S. J. Había nacido en el monasterio de Veruela el 1 de enero de 1903, aunque siempre se consideró de Borja, de donde eran naturales sus padres Manuel y Francisca, así como toda su familia. La familia había llegado al monasterio, estando la madre embarazada de Jesús, el cual fue bautizado el 3 de enero en la iglesia parroquial de Vera del Moncayo.
Era el menor de los seis
hijos de este matrimonio ejemplar que tenía a su cargo la hospedería del
monasterio en el que se desarrollaron los primeros años del P. Ballesta. Cursó
los primeros estudios en la Escuela Apostólica que allí tenían los jesuitas y,
al sentir la llamada de Dios, a los 13 años fue enviado a la Escuela Apostólica
de Roquetas (Tarragona), ingresando al cumplir los 15 años en el noviciado de
Gandía.
Entre 1920 y 1923 realizó el juniorado y los estudios humanísticos en Veruela, pasando después a Sarriá para llevar a cabo los de Filosofía. Tras unos años en el colegio del Salvador de Zaragoza, volvió a Sarriá para efectuar los cursos de Teología, donde le sorprendió el decreto de expulsión de la Compañía de Jesús, tras la proclamación de la II República. Enviado a Aalbeck bei Hulsberg (Holanda), el 27 de agosto de 1932 fue ordenado sacerdote y posteriormente completó su formación en Bélgica y Alemania.
En el verano de 1934 fue destinado a una obra social que, bajo el nombre de “Cultura y Acción” tenían los jesuitas en Madrid, funcionando como asociación civil. De camino hacia la capital de España tuvo la oportunidad de celebrar una misa ante al altar de la Virgen de la Peana, Patrona de Borja.
Conocemos
muchos datos de sus actividades, gracias a la hagiografía que publicó, en 1946,
el P. Joaquín Azpiazu S. J. y que pudimos adquirir para el Centro. En ella se
destaca su compromiso con el mundo del trabajo y con una manera de entender su
acción apostólica de una forma mucho más próxima a nuestra mentalidad actual. Durante
aquella época, su labor se centró en la puesta en marcha de un sindicato
católico y en la publicación de artículos en la revista Adelante, de la
Juventud Sindicalista, que firmaba con el seudónimo “J. Borja” (no dejar de ser
significativo que eligiera el nombre de “Borja” como seudónimo).
En mayo de 1935, con
ocasión de una nueva visita a Borja para atender a sus padres, predicó durante
la fiesta de la Virgen de la Peana, causando un gran impacto tanto en Santa
María como en la Casa del Congregante en la que se reunió con los jóvenes de la
Congregación Mariana.
Fue su última visita a la ciudad que le tenía por hijo, dado que la guerra le sorprendió en Madrid, residiendo con otros jesuitas en un piso de la calle Bárbara de Braganza. Fue detenido el 8 de agosto de 1936 y conducido a la checa Linneo, donde tras ser torturado fue asesinado en la noche de ese mismo día en la pradera de San Isidro.
Gracias a las imágenes
del cadáver tomadas por la Policía, con algunos datos acerca del lugar de su
enterramiento pudo ser identificado tras la guerra, pero la exhumación de sus
restos de la fosa común en la que supuestamente se encontraba no fue concluyente,
entre otras razones porque en aquellos momentos no existían las técnicas
actuales.
El 16 de diciembre de
1942 fue incoado su proceso de beatificación en la diócesis de Madrid-Alcalá.
Concluido el 4 de febrero de 1943, fue remitido a Roma donde aún está pendiente
de resolución junto al de otros jesuitas, víctimas de la Guerra Civil. Al
parecer, la Compañía de Jesús, a diferencia de otras órdenes, no ha puesto
especial empeño en impulsar las causas de los jesuitas asesinados en España.
Cuando fue incoada la causa
del P. Ballesta era preciso probar la realización de un milagro por su intercesión,
lo que dejó de ser necesario para los mártires, tras la reforma de 1983.
No obstante, el P. Azpiazu
menciona en su libro dos supuestos milagros, acaecidos en Borja. Uno era el del
hijo de “un herrero” que contrajo una meningitis, enfermedad sumamente grave en
aquellos momentos, de la que curó sorprendentemente tan pronto como colocaron
una estampa del P. Ballesta bajo su almohada. En el otro caso cita expresamente
el nombre de su protagonista, Dª. Josefina Pablo, a la que le desapareció el
tumor del que iban a intervenirle, tras rezar una novena al Siervo de Dios.
Seguimos esperando la resolución de su causa y, para
ello, insertamos la oración que, en su momento, autorizó difundir el arzobispo
de Zaragoza D. Rigoberto Domenech, aunque estamos seguros que el P. Ballesta disfruta,
desde hace tiempo, de la Gloria eterna y desde allí intercede por todos los
borjanos.
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