El concepto de “Escuela Dominical” surgió en Inglaterra, a finales del siglo XVIII, por iniciativa del periodista Robert Raikes, encaminado a proporcionar una enseñanza elemental a los miembros infantiles de familias pobres.
El avance de la
instrucción publica hizo derivar sus fines hacia la formación religiosa y de valores,
en el seno de las iglesias protestantes, a uno y otro lado del Atlántico. Al
amparo de la primera ley de Libertad Religiosa, estas escuelas también llegaron
a España, provocando la oposición de los sectores más católicos y
conservadores.
Así surgió la Real
Asociación de Escuelas Dominicales, impulsada por el jesuita P. Mariano Cortés
S. J. y la duquesa de Humanes, que muy pronto obtuvo la bendición del Papa Pío
IX, concretamente a través de un Breve de 15 de abril de 1864, pocos años después
de su aprobación en España, por una Real Orden de 12 de septiembre de 1857. La
primera escuela fue creada en Madrid, surgiendo otras muchas en España,
siguiendo su modelo, una de las cuales fue la de Borja.
Cuando Santo Domingo
era una iglesia abierta al culto que abríamos todos los días a primeras horas
de la mañana y cerrábamos cuando ya había anochecido, asistiendo también a la
limpieza y preparación de todos los elementos de culto, tuvimos ocasión de ver,
en una dependencia situada frente a la sacristía, una serie de manuales
pertenecientes a la Escuela Dominical que allí había tenido su sede. Como tantas
otras cosas estaban abandonados y nadie supo saciar nuestra curiosidad acerca
del funcionamiento y origen de aquellas escuelas.
Ahora, en el
archivo de la familia Ojeda hemos tenido oportunidad de consultar el texto de
un discurso pronunciado con ocasión de los exámenes celebrados en las Escuelas
Dominicales de Borja el 29 de junio de 1891.
Es un folleto
de seis páginas editado en la imprenta de Matías López Porras, la primera que
hubo en Borja, en el que se ofrecen detalles acerca de la “piadosa Asociación
de las Escuelas Dominicales”, fundada en nuestra ciudad en 1888.
Orientadas exclusivamente
a las niñas, tenían matriculadas a 125 alumnas, de las cuales ya sabían leer y
escribir, mientras que las restantes comenzaban a ser instruidas en los
principios de la lectura, y todas ellas recibían una formación especial en Doctrina
Cristiana, objetivo fundamental de estas escuelas.
Las clases se
impartían los domingos en la mencionada iglesia de Santo Domingo, siendo profesoras
un grupo de señoras, al frente de las cuales se encontraba Dª. Francisca
Rodrigo, en calidad de Presidenta, que era la que firmó el discurso que nos
ocupa y de la que, por el momento no conocemos otros datos.
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