En
la noche del 1 de noviembre, mientras se celebraba la fiesta de Halloween de
Cruz Roja de la Juventud, se escuchaban unos aullidos que algunos creyeron que
formaban parte de la escenografía. No era así, sino que procedían de las
bandadas de grullas que, durante estos días, han cruzado los cielos de nuestra
ciudad.
Por
este motivo, ayer nos desplazamos hasta la Estanca con la remota esperanza de
que pudiéramos encontrar esas aves en ella. No era algo infundado ya que, hace
años, pudimos contemplar a un nutrido grupo junto a sus orillas. En esta
ocasión, la Estanca permanecía desierta pero, a la luz del atardecer, pudimos
disfrutar de ese espacio natural (aunque fuera construido hace siglos por mano
del hombre) que, junto a la casa allí emplazada, de hermosa arquitectura
mudéjar (declarada Bien de Interés Cultural) constituye uno de los principales
alicientes de nuestra ciudad.
Lo
que sí encontramos fue una pareja de aves que, en principio, nos
desconcertaron. De plumaje blanco y gris en el lomo, con el pico amarillo y de
tamaño sensiblemente superior al de las escasas fochas que había junto a ellas,
resultaron ser gaviotas que se habían aposentado en las aguas de nuestro
pequeño “mar”.
Ver
a los molinos de la Muela reflejándose en la superficie o los más recientes de
considerables dimensiones que se levantaron muy cerca de ella y, contemplar una
vez más las filigrana en ladrillo de las paredes de la Casa (que puede
convertirse en un excelente punto de observación de aves y centro de
interpretación de la Estanca), compensó con creces este pequeño paseo que
recomendamos a todos.
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