sábado, 13 de junio de 2020

San Antonio de Padua y el pan de los pobres


         Hoy celebramos la fiesta de San Antonio de Padua, un gran Santo franciscano nacido en Lisboa hacia 1195 que es objeto de especial veneración en muchas ciudades de todo el mundo. A pesar de ser relacionado con la búsqueda de objetos perdidos o su fama de santo casamentero, lo cierto es que fue un hombre dotado de una gran talla intelectual, hasta el punto de haber sido proclamado “Doctor de la Iglesia”.

         Había profesado en Portugal como canónigo regular de San Agustín y cursado estudios de Teología en prestigiosos centros de formación. La noticia del martirio de los primeros misioneros franciscanos enviados a Marruecos le provocó una enorme conmoción y decidió seguir su ejemplo pero una grave enfermedad le impidió cumplir su deseo. Sin embargo, abandonando su congregación se unió a los franciscanos, participando en el Capítulo General de Asís de 1221, donde conoció a San Francisco, quien le encomendó enseñar Teología a sus hermanos y dedicarse a la predicación, dadas sus extraordinarias dotes como orador sagrado. Falleció en 1231 y fue canonizado por Gregorio IX al año siguiente.
 


         En Borja, como en otras muchas localidades de nuestra comarca existen numerosas representaciones iconográficas. Hay que recordar que es Patrón de Gallur, donde este año no podrán celebrar su fiesta en la forma tradicional.       

         La primera imagen que hemos insertado es del convento de Santa Clara y, en su iglesia, formando parte de la predela del antiguo retablo de franciscanos, se encuentra este bajorrelieve que representa uno de sus más conocidos milagros. Encontrándose combatiendo la herejía cátara en el sur de Francia, adonde había sido enviado por San Francisco, como negaran la presencia real de Cristo en la Eucaristía, mandó que dejaran sin alimento a una mula durante varios días. Al cabo de ellos, le colocaron una cesta con pienso pero la mula, en lugar de comer, se arrodilló ante la Sagrada Forma que le presentó San Antonio, en medio de  la sorpresa de los herejes.




         En la antigua iglesia de Santo Domingo de nuestra ciudad tenía un altar dedicado, cuya imagen se guarda ahora en la colegiata. Allí, un día a la semana, se repartía el llamado “pan de los pobres”. Eran tiempos de gran necesidad y no eran pocas las personas que acudían a recogerlo. Nos parecían tiempos lejanos, pero no sabemos si volveremos a verlos.



         Esa relación con el pan de los pobres pudo inducir a la curiosa confusión que se produjo en Santa María, donde existía un lienzo que representaba a San Antonio, a la entrada de la nave desde el claustro. El cuadro estaba deteriorado y el párroco de entonces decidió reemplazarlo por otro en mejor estado, que es el que sigue estando sobre la cajeta para recoger las ofrendas que se le dedican.

         Pero este “nuevo” lienzo no correspondía a San Antonio de Padua, sino a otro santo franciscano, San Diego de Alcalá, como puso de manifiesto D. Raúl Rivarés Custardoy en un artículo publicado en nuestro Boletín.




         El error podía haber sido advertido por el detalle de que entre los trozos de pan que reparte a los desfavorecidos, hay unas rosas. San Diego era un hermano lego que fue enviado como portero al primer convento erigido en Canarias. Allí sus hermanos le reprochaban su generosidad en las limosnas y, como se refiere de Santa Isabel de Hungría, cuando quisieron ver que era lo que les daba, el pan se convirtió en rosas.
         San Diego gozó ya en vida de fama de santidad y su cuerpo incorrupto fue reclamado por Felipe II, con ocasión de la caída sufrida por su heredero el príncipe Carlos que le provocó una gran conmoción cerebral que hizo temer por su vida. Se cuenta que se llegó a introducir el cuerpo del Santo en el lecho del enfermo que, finalmente, sanó pero con secuelas psíquicas que provocaron serios enfrentamientos con su padre hasta su trágico fallecimiento que la leyenda negra atribuyó al propio monarca.
         Al margen de todo ello, en Borja podemos preciarnos de haber reemplazado a San Antonio por San Diego sin que haya podido documentarse que ello haya influido en el número de matrimonios. Esta pintura fue estudiada por la Profª Dª. Rebeca Carretero que la atribuyó al artista turiasonense Francisco Leonardo de Argensola.

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