miércoles, 2 de septiembre de 2020

Auténticas de reliquias para uso devocional privado

 


         El culto a las reliquias de los Santos ha sido una constante a lo largo de la historia de la Iglesia y sus templos conservaron siempre un buen número de ellas que, en muchas ocasiones, atraían a grandes masas de peregrinos.

         Pero entre los fieles también se despertó el interés por disponer de algunas reliquias para su veneración privada y los oratorios de los palacios privados solían reunir colecciones de las mismas, como ocurre en varios lugares de nuestra comarca.



     

         Pero este interés no se circunscribía a las grandes familias sino a cualquier tipo de personas que pudieran conseguirlas. Una ocasión para ello es cuando se desplazaban en peregrinación a Roma. Así sucedió con una persona de nuestra ciudad que, en uno de sus viajes a la Ciudad Eterna consiguió una reliquia de Santa Teresita del Niño Jesús, con su correspondiente “auténtica” que nos han donado sus familiares, aunque no han podido encontrar la reliquia que seguramente sería de contacto y se encontraba en una pequeña teca de cobre con cristal.

         La auténtica era un documento que certificaba la autenticidad de una reliquia y, en este caso, fue expedida por fray Rodrigo de San Francisco de Paula, Postulador General de la causa de la Santa, que había sido canonizada el 17 de mayo de 1925.

         Fray Rodrigo era el Postulador de todas las causas del Carmelo y, en 1907, había sido nombrado Postulador de la de Santa Teresita, auxiliado desde 1909, como Vice-Postulador por monseñor Roger de Teil que, más tarde, fue Director General de la Obra de la Santa Infancia.



         Santa Teresita había nacido en Alenzón (Francia) el 2 de enero de 1873, siendo la menor de los nueve hijos que tuvo el matrimonio formado por Louis Martin y Maria Celia Guérin (que también fueron canonizados en 2015), de los que sólo llegaron a la edad adulta cinco niñas.

         Tras vencer muchas dificultades, logró ingresar con 15 años en el Carmelo de Lisieux, donde ya habían profesado dos de sus hermanas. Murió el 30 de septiembre de 1897, víctima de la tuberculosis. En esos nueve años de vida religiosa fue un ejemplo de santidad que impresionó vivamente a todos los que la conocieron. Tuvo como referentes a la gran Santa de Ávila, cuyo nombre adoptó y a San Juan de la Cruz, al que consideraba su maestro. Tras su fallecimiento, fueron muchos los franceses que se encomendaron a ella, especialmente tras difundirse sus escritos autobiográficos.

         San Juan Pablo II la proclamó Doctora de la Iglesia. Es co-patrona de Francia, junto con Santa Juana de Arco y Patrona Universal de las Misiones, con San Francisco Javier. También es Patrona de los enfermos de tuberculosis y SIDA, así como de otras corporaciones como las de aviadores y jardineros.


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