Huyendo del mundanal ruido, ayer quisimos acercarnos andando hasta Maleján; toda una proeza que logramos realizar sin contratiempos. A lo que allí fuimos a buscar dedicaremos otro artículo. Al volver, encontramos en la plaza del Mercado al grupo de cocineros voluntarios, descansando tras llevar a cabo otra proeza, la de preparar la comida popular que, poco después, iba ser distribuida. Los habíamos visto iniciar los preparativos antes de las ocho de la mañana y, después de la una de la tarde, disfrutaban de un bien merecido reposo.
Junto a ellos, la impresionante sopera con
el guiso de judías, bien condimentadas, que habían elaborado para esa comida
que iba a dar comienzo a las dos, amenizada por la charanga de Ablitas. Nos
hubiera gustado probarlo, pero al exceso “atlético” efectuado en nuestro
desplazamiento a Maleján, no quisimos unir otro exceso gastronómico y, tras un
ligero refrigerio, decidimos reposar mientras leíamos la decimoquinta novela de Andrea Camilleri, distracción a la que nos venimos dedicando en los últimos
días con gran aprovechamiento.
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