La calle Moncayo es también escenario de los espectáculos taurinos que, sin embargo, se centran principalmente en la plaza de Santo Domingo. En determinados momentos, se cierran las barreras de la plaza y las vacas corren por la calle.
Habitualmente, todo lo que puede verse
es el trotar las vacas, solas o en compañía de los cabestros cuando los pastores
las conducen al corral, sin más atractivo que el ser citadas desde dentro de las
barreras o, en el caso de los más atrevidos, subiendo a ellas tan pronto como se
acercan.
Hace unos años, unos distinguidos
visitantes extranjeros presenciaban en esta misma calle el espectáculo del toro
de fuego y se sorprendían de que lo único emocionante había sido el rápido paso
del camión del que habían desembarcado al toro, antes de ser embolado en la
plaza. Encima del mismo iba el joven que había abierto la compuerta y, al paso
del vehículo sobre las cintas limitadoras de la velocidad, saltaba sobre la
caja, dando la impresión de que podía caerse. “Es el único al que hemos visto
en peligro” decían los visitantes de allende de nuestras fronteras.
Ahora, un gran aficionado taurino que,
sin embargo, no conocía el desarrollo de nuestras vaquillas, también se
sorprendía de su desarrollo y, especialmente, de la afición a ellas que se ha despertado
en la nutrida colonia norteafricana radicada en nuestra ciudad.
Pero, entre los espectadores “de barrera” que se contentan con citarlas al paso, pudo ver a un joven que se arriesgó citando y recortando a las vaquillas con notoria habilidad. Por eso, quiso dejar constancia de ello, enviándonos estas imágenes, con la esperanza de que pudiéramos identificarlo, pero no lo hemos conocido; alguien habrá que sepa el nombre del único que aportó interés al festejo en la calle Moncayo.
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