Hace muchos años, acompañamos a un borjano militante, de los enamorados de su ciudad hasta límites inconcebibles, en uno de sus recorridos por los alrededores de Borja. Subimos hasta lo alto del cabezo de Vulcasacos y allí, contemplando las tierras que se extienden hasta el otro lado del valle, entró en éxtasis y, con los ojos en blanco, nos comentó: “Verdaderamente, lo único que le falta a Borja es el mar”.
Se imaginaba a las aguas llegando hasta
los márgenes del casco urbano y, en su delirio, hablaba de pasadas eras
geológicas cuando el mar cubría la depresión del Ebro, aunque se conformaba con
convertir en laguna al espacio que delimita el citado cabezo. Es posible que no
tuviera noticia de la laguna que, a las puertas de Borja, existió en el término
de Sopez, en épocas no tan remotas.
Si aquella visión nos impresionó de
niños, no menor ha sido la sorpresa que hemos tenido al conocer de la
existencia de un buque insignia amarrado a orillas del río Sorbán, noticia que
también ha alarmado a las cancillerías extranjeras.
Porque si tan descomunal buque llega a
zarpar, descendiendo por el Huecha y el Ebro hasta el Mediterráneo, llevando a
bordo a Obelix y al bardo Asurancetúrix, recitando sus poemas en la proa, puede
llegar a convertirse en un arma de destrucción masiva.
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