Siguiendo la costumbre de años anteriores, la plaza de San Francisco volvió a ser escenario de una exhibición de abríos, en recuerdo del antiguo ferial que, en el pasado, congregaba en ese lugar y en las calles adyacentes a un gran número de personas que acudían a adquirir o vender animales de labor o de montura.
De todos ellos vimos muestras en
nuestro temprano recorrido, cuando aún no había sido inaugurado oficialmente,
aunque suscitaba el interés de quienes salían de la iglesia conventual de Santa
Clara.
Había caballos y yeguas preparados para
montar, pero lo que más interés despertaba, como siempre, eran los pollinos
que, en buen número, podían verse en la plaza.
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