La
copiosa cena del sábado y la dilatada sobremesa hicieron estragos entre los
supervivientes del Congreso Internacional de Musicología que, en la mañana de
ayer, tenían previsto realizar un recorrido por los museos de Borja.
La
visita se efectuó aunque con el lógico retraso que motivó el que se tuviera que
imprimir un ritmo atlético para que pudieran regresar a sus destinos a las
horas previamente concertadas.
Acompañados
por el Dr. D. Alberto Aguilera pudieron ver, en primer lugar, la colegiata de
Santa María y, a continuación, su museo donde lógicamente prestaron especial
atención a la sala dedicada a la Música.
Allí
fue D. Alberto Cebolla quien les comentó el contenido de las distintas vitrinas
que, en los últimos meses, ha estado estudiando. En este sentido, todos los
expertos coincidieron en la necesidad de modificar las cartelas descriptivas de
las piezas ya que, en estos momentos, la mayor parte de ellas responden a una
catalogación inadecuada. Lo mismo sucede con los dos supuestos bajones, ya que
uno de ellos sí es un bajón, aunque de fecha posterior a la que se indica, y el
otro es un fagot, lo cual no quita mérito a ambas piezas.
Desde allí fueron al Museo de Santa
Clara para conocer los tres cantorales que allí se exhiben,
editados a finales del siglo XVI por el arzobispo de Zaragoza D. Alonso
Gregorio. Se trata del Antiphonarium de Sanctis (1596), el Antiphonarium
de Tempore (1598) y el Liber Missarum de Sanctis (1598), tres de los
cinco que el prelado caesaraugustano decidió publicar ante la escasez de obras
litúrgico-musicales que existían en su archidiócesis y de los que se conservan
muy pocos ejemplares. Se da la circunstancia de que no existe ninguna
biblioteca conocida que reúna completas tres de esas obras, como ocurre en el
convento de Borja. Por el momento sólo hay otra colección similar en la
colegiata de Daroca, aunque uno de los libros está incompleto.
Posteriormente, marcharon al Santuario
de Misericordia dado que algunos de los asistentes tenían mucho interés en conocer
las propiedades terapéuticas de las aguas de ese hermoso lugar. Aún hubo algunos
que fueron a Magallón para fotografiar la estatua dedicada a la “Pulida
magallonera”, jota que, como comentábamos ayer, había sido objeto de debate en
el transcurso de estos días.
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