jueves, 18 de abril de 2019

Signos providenciales en el incendio de París


         Toda tragedia, al margen de los daños que ocasiona, puede servir como una llamada de atención para nuestras conciencias adormiladas, con frecuencia sumidas en la incertidumbre. Igual ha ocurrido en el caso del devastador incendio de la catedral de Notre Dame, monumento importante pero, ante todo, símbolo de la Cristiandad durante siglos.

         No es de extrañar, por lo tanto, que los medios de comunicación hayan resaltado lo que algunos han considerado signos providenciales. Entre ellos, la imagen de la entrada de los bomberos en el interior del templo donde, en medio de la desolación, refulgía la gran Cruz del presbiterio.Stat crux dum volvitur orbis” (La cruz permanece mientras el mundo da vueltas) como señalaba Infovaticana.




         Pero especial impacto ha tenido la heroica actuación del capellán de los bomberos de París, el P. Jean-Marc Fournier, quien cuando las llamas parecían ser incontrolables no dudó en arriesgar su vida para salvar el Santísimo Sacramento y la Corona de Espinas. No es un hombre cualquiera, pues se trata de un antiguo capellán militar que dejó muestras de comportamiento en los frentes de la batalla y en tragedias recientes como el atentado de la sala de conciertos Bataclan.



         El Santísimo y la Corona de Espinas se encontraban en una de las capillas de la girola, en la zona más expuesta, al fondo de la catedral, pero el P. Fournier llegó hasta allí para hacerse cargo del Cuerpo de Cristo que es lo que da sentido a un templo cristiano y, al mismo tiempo, salvar esa preciada reliquia.
          



         Pues no debemos olvidar que la Corona de Espinas, aunque desde el punto de vista espiritual no puede ser comparada con el Misterio de la Eucaristía, tiene un enorme valor simbólico. Para venerarla se construyó la Sainte Chapelle, esa maravilla del arte gótico, hoy dentro del recinto del Palacio de Justicia. La reliquia cuya propiedad fue atribuida a la Iglesia Católica, en virtud del Concordato con la Santa Sede, se conserva ahora en Notre Dame, siendo expuesta en determinados días del año, uno de los cuales es precisamente el Viernes Santo, siempre acompañada por los caballeros del Santo Sepulcro.





         Y otras imágenes impresionantes han sido las de esos jóvenes, arrodillados frente a las llamas, llorando y rezando. Uno de los medios ponía de relieve que, si bien en los últimos tiempos, ha habido expresiones públicas de religiosidad en las calles, la espontaneidad de esta última ha conmocionado muchas conciencias, haciendo concebir la esperanza de que, en los momentos de desolación, no todo está perdido sino que, por el contrario, las tragedias pueden actuar como necesario revulsivo.

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