En
torno al cerro de la Corona de Borja existen numerosas bodegas que, según el
lugar de su emplazamiento, se dividen en bodegas del Saliente y bodegas de
Poniente. Actualmente, son utilizadas y muy valoradas como lugar de
esparcimiento pero muchos ignoran que la mayor parte de ellas fueron
construidas en la segunda mitad del siglo XIX, en unos casos para ser
utilizadas para la elaboración de vino y, en otros, para hacer frente a las
necesidades de viviendas por parte de los jornaleros que acudían a la ciudad,
atraídos por el auge de la agricultura, tras la crisis de la filoxera en
Francia.
Excavadas
en un monte comunal, era el Ayuntamiento quien efectuaba las oportunas
concesiones, que no ventas, de los espacios donde iban a ser construidas. En el
Archivo Municipal se conservan dos gruesos legajos con los expedientes de esas
concesiones. Por ese motivo, sus usuarios nunca dispusieron de títulos de
propiedad, aunque en el transcurso del tiempo algunos de ellos hayan logrado
inscribirlas a su nombre.
Su empleo
como vivienda duró hasta bien avanzado el siglo XX, convirtiéndose en un
problema social, no exento de cierta estigmatización hacia sus
ocupantes, denominados genéricamente como “bodegueros”, pero no el sentido que
esta palabra tiene actualmente, sino con cierto carácter despectivo.
En
1948, el diario Amanecer desplazó
hasta Borja a uno de sus redactores, Francisco Villalgordo Montalbán que es
quien aparece con gabardina blanca a la izquierda de esta imagen, realizada por
el fotógrafo local Luis Carceller, que apareció en la portada del diario el 30
de abril de 1948.
Francisco
V. Montalbán, como firmaba, era un periodista vinculado a la cadena de diarios
del Movimiento. Había sido director de los periódicos Jaén, La Tarde de Málaga,
Voluntad de Gijón y Proa de León, llegando después a hacerse
cargo de la dirección de Amanecer en dos períodos de su etapa final. También
colaboró en otros medios informativos como el diario ABC donde, en 1979, publicó un artículo sobre “Cómo se hizo el
famoso Quijote de Argamasilla”, localidad con la que estaba relacionado
familiarmente.
El
reportaje publicado en Amanecer, que
conservamos en nuestro archivo, llevaba por título “Borja tiene entre manos la
solución a su problema de la vivienda” y
ofrece una visión un tanto apocalíptica de las condiciones higiénico sanitarias
de esas cuevas que, indudablemente, no eran el espacio más adecuado para acoger
familias enteras.
Acaba de tomar posesión de la Alcaldía
D. Jesús Pellicer Bernal, para su segundo mandato e, inmediatamente, retomó la
construcción de las conocidas como “casas del parque” que habían quedado
interrumpidas tras su destitución en 1946.
Que la
cuestión preocupaba al Alcalde es algo evidente, pero pretender que la
edificación de este bloque, con cargo a los fondos del Instituto Nacional de la
Vivienda, iba a ser la solución, parece un tanto ilusorio.
Las
viviendas del parque estaban destinadas a funcionarios, maestros, médicos,
jueces etc. Pero D. Jesús Pellicer interpretaba que, cuando las ocuparan,
abandonarían otras y ello daría lugar a nuevas liberaciones de casas, de manera
que las más humildes podrían ser alquiladas por los residentes en las bodegas.
Es
cierto que, al mismo tiempo, proyectó la construcción de otro grupo de 60
viviendas sociales, exclusivamente destinadas a familias humildes que quería
financiar con las aportaciones del Plan Asistencial de la Delegación Nacional
de Sindicatos, pero no pudo lograrlo. Sí se construyeron después varios grupos,
por iniciativa privada, acogiéndose a las facilidades de Instituto Nacional de
la Vivienda y, más tarde, se impulsó la creación de cooperativas. Pero, lo que
en definitiva eliminó el problema de las bodegas fue la emigración que se cebó
en la ciudad, a partir de la década de los años 60.
Y ya
que hemos mencionada a las “casas del parque”, justo es recordar que, siendo
Alcalde D. Vicente Compans, se construyó tras ellas un nuevo vial, para aliviar
el tráfico rodado por el parque. Se le dio el nombre de “D. José Rodrigo” y,
para ello, se adquirió una parte de la huerta del convento de la Concepción. Ya
entonces, hubo quien sugirió que debía haberse adquirido el doble de terreno,
para que en el trazado de la actual calle, se hubiera levantado un edificio
anexo al anterior, con fachadas a ella, evitando de esa forma el aspecto que
ahora presenta la parte trasera de las casas, de manera que hubiera quedado
convertida en un patio interior.
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