Ayer, el reportaje de la serie “Aragón es extraordinario” que escribe Pablo Ferrer en Heraldo de Aragón, estuvo dedicado a Grisel y los protagonistas fueron Jon Arcodagoitia que ha hecho del Txoko de Jon, un restaurante o sidrería de referencia en toda nuestra zona; el otro era Luis Zueco, el escritor borjano que regenta ese hotel con encanto que albergan los viejos muros del castillo de Grisel.
El
autor del artículo destacaba que estas dos personas que han contribuido al
desarrollo de Grisel no han nacido en esa localidad y esa es una cuestión
interesante dado que, como piensan muchos, la revitalización de la llamada “España
vaciada” puede pasar por la llegada de jóvenes emprendedores que, con
imaginación, pongan en marcha iniciativas que, aunque no sean capaces de atraer
grandes flujos de población, sirvan al menos para garantizar la supervivencia
del medio rural.
El
reportaje nos ha servido además para conocer detalles que ignorábamos. Relata
Luis Zueco que, siendo niño, acudía los fines de semana a seguir las obras de
restauración del castillo que había emprendido su tío Manuel Giménez y allí le
enseñó a jugar al ajedrez. Un maestro en este deporte que nos había pasado
desapercibido.
El
viernes, en la edición digital de Heraldo
de Aragón vimos un reportaje sobre la tintorería Ramis de Borja. Lo de “vimos”
es un decir, porque no pudimos leerlo ya que era uno de esos artículos reservados
para suscriptores. Nosotros lo somos de la edición en papel y pensamos que lo
reproducirían en ella, pero no ha sido así. Tampoco sabemos si los suscriptores
del periódico podemos acceder a esos artículos “reservados” y la forma de
hacerlo. El caso es que sólo pudimos capturar la imagen para que sirva de
reclamo para los que puedan leerlo, si les había pasado desapercibido.
Pero,
al hilo de lo ocurrido, queremos comentar que las ediciones digitales de todos
los medios de comunicación se habían convertido en un socorrido medio para
conocer la actualidad diaria. Sin embargo, ante la espectacular caída de ventas
de la prensa impresa, tomaron la decisión de restringir el acceso en Internet a
quienes abonaran la cantidad fijada en cada caso. A la vista de lo ocurrido,
nos atrevemos a pensar que si habían esperado que ese sistema garantizase su
supervivencia o un aceptable nivel de ingresos, habrán visto defraudadas sus
expectativas, pues mucho nos tememos que el número de suscripciones no haya
sido demasiado elevado. Cabe preguntarse, por lo tanto, qué va a pasar con la prensa
escrita. La situación por la que atraviesan algunos diarios, antaño
emblemáticos, hace temer lo peor, sin que podamos aventurar cuál será el futuro
de la información y los medios a través de los cuales llegará a satisfacer las
demandas de una población que, si desaparecieran, quedaría a merced de las
noticias sin contrastar que circulan por las redes sociales. También es cierto
que los mismos riesgos encuentran algunos en la información que ofrecen
aquellos medios plegados a los intereses de los políticos de turno.
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