Fue hace ya bastante tiempo cuando D.
Manuel Giménez Aperte nos hizo entrega de una serie de documentos, en mal
estado de conservación, que había encontrado al restaurar un edificio. Como
otras muchas cosas, habían quedado almacenados a la espera de poder estudiarlos
y catalogarlos. Lo hemos hecho ahora, encontrando entre ellos un ejemplar de
esos pliegos de cordel que tanto éxito tenían en el pasado.
Está mutilado, pero conserva íntegro el grabado que lo encabezaba. Consta de cuatro páginas y fue editado en la imprenta de José Bedera, de la calle Nueva del Mercado de Zaragoza. No lo hemos encontrado en el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico ni aparece en la Biblioteca Nacional. Teniendo en cuenta la facilidad con la que se perdían este tipo de impresos, podría ocurrir que no haya demasiados ejemplares del que estamos comentando, del que no queremos afirmar que sea ejemplar único.
Estas son las dos primeras páginas del impreso en las que, a pesar de los daños, hemos podido saber que, con el título “Crimen horrendo” hacen referencia al perpetrado en Tauste, el 17 de febrero de 1853, en la persona de D. Justo Andrés, de setenta años de edad, abogado y racionero de la iglesia parroquial. También se advierten parcialmente los nombres de los asesinos que, asimismo, acometieron a la criada que vivía con el sacerdote.
Las
dos siguientes páginas se han conservado bien y en ellas, el romance relata el
desarrollo del crimen y el castigo a los culpables, aunque no se ajusta
plenamente a la crónica oficial del mismo que publicaron los periódicos. Al
final se indica que es el “Fin de la primera parte”, por lo que es probable que
tuviera continuación, aunque el relato no lo dé a entender.
Buscando
información sobre ese terrible suceso, en la página de la Asociación Cultural “El
Patiaz” hemos encontrado el ejemplar del periódico madrileño La España, de 20 de julio de 1853, que
incluía una amplia crónica del crimen.
Fueron
autores del mismo Casimiro Sanjuán (el periódico le llama Sansuán), alias “Ahorca
botas”; y Ángel Zueco, alias “Moro”. En la calle quedaron Manuel Zaraute, según
el romance y Jaraute en la crónica; y Andrés Cardona, alias “Farracachón” según
la crónica y “Zarracachón” en el romance donde se menciona a otro cuyo nombre
empieza por “M” y con el alias de “Calamaco”.
Entre
ocho y nueve de la noche del día mencionado Casimiro y Ángel se personaron en
la vivienda de la víctima con un falso pretexto y, mientras el primero abordaba
al sacerdote para pedirle la entrega de todo el dinero que guardaba, el segundo
se dirigió a donde estaba la criada y la apuñaló dejándola muerta, según creyó.
Tras
obtener una importante suma de dinero, Casimiro perdonó la vida de D. Justo
pero, por indicación de Ángel, terminó degollándolo. Al ser avisados por los
que habían quedado fuera, huyeron con el botín precipitadamente para evitar ser
identificados. Sin embargo, la criada sobrevivió y pudo relatar lo ocurrido a
las autoridades que, en menos de 24 horas, pudieron detener a los cuatro.
Condenados
a muerte, fueron ejecutados el 1 de julio, tras haberse arrepentido de su
crimen y confesado y comulgado. En el periódico se expresaba el deseo de que el
ejemplar castigo sirviera “para contener los crímenes que con tanta frecuencia
se notan en este país, de un tiempo a esta parte, pero sin que este horroroso
crimen mancille, en lo más mínimo, las glorias de Tauste, debidas a los
servicios que en todas épocas han prestado los taustanos a su Dios y a su
Patria”.
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