Hemos
recibido el volumen 51-1 de la revista Mélanges
de la Casa de Velázquez que incluye un interesante dossier dedicado a
“Estrategias y procedimientos de identificación de los extranjeros (mundos
hispánicos-Mediterráneos, siglos XVII-XIX)”, coordinado por Arnaud Bartolomei y
Sylvain Lloret.
Óscar Recio Morales presenta una figura poco conocida la del “Protector de extranjeros” en España, a partir del siglo XVI que, en realidad no fue una única figura, sino que hubo varias encargadas de esta misión, aunque circunscrita a determinados colectivos. Jörg Ulbert analizar los procedimientos establecidos por la monarquía francesa para evitar la instalación permanente en otros países (especialmente musulmanes) de sus ciudadanos y su posible conversión al Islam.
Por
su parte, Arnaud Bartolomei aborda otro problema importante como es de la
decisión del gobierno revolucionario francés de dar de baja en los registros
consulares a los ciudadanos que, para evitar su expulsión de España, habían
jurado fidelidad a Carlos IV. Carla Brielli escribe sobre la migración genovesa
y la afiliación consular en las costas atlánticas, mientras que Tomás Pérez
Vejo presenta la problemática planteada en las nacientes repúblicas americanas
con aquellos españoles, nacidos en Europa pero residentes en ellas. Finalmente,
Anne Marie Planel aborda otro problema, el de la protección consular dispensada
a los argelinos, tras la incorporación del país al Segundo Imperio y los
conflictos con el bey de Túnez.
Nos ha llegado, asimismo, el nº 408 de El Masino, en cuyo editorial está
presente esa falsa sensación de que “parece que la epidemia va remitiendo”, lo
que se traduce en un notable incremento de actividades en la programación
cultural. De ahí el título de “+ Cultura”.
Como
es habitual, junto con la información municipal y crónicas de las actividades
desarrolladas, incluye colaboraciones sobre temas locales. Una de ellas es la
de Dª. Imelda Andrés que relata dos anécdotas de las que queremos recordar la
protagonizada por un personaje ya entrado en años que respondía al nombre de
“Tío Román” el cual fue a un comercio en el que provocó cierta hilaridad al
manifestar que deseaba comprar un espejo, dejando a las clientas sorprendidas
al explicarles que “Los jóvenes necesitan el espejo para enamorar y los viejos
para no desagradar”. Pues eso...
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