En su conferencia del pasado domingo en la iglesia parroquial de Ainzón, D. Antonio García Omedes hizo alusión a la existencia de un templo anterior ubicado en el mismo lugar donde se alza el actual. De esa construcción que, probablemente, fue sometida a diversas reformas, no conocemos sus características formales, pero se han conservado diversas e importantes obras de Arte que formaron parte de su exorno. Entre ellas sobresale la magnífica imagen del Santo Cristo de la Capilla y la imagen de la Virgen doliente que le acompañaba y que apareció oculta en uno de los muros, la cual se muestra ahora en el Museo Parroquial. Pero hoy queremos hacer mención a una tabla gótica que también puede admirarse allí y que aparece a la derecha de esta imagen.
Se trata de un precioso Calvario que,
tras su restauración, se puede contemplar en todo su esplendor pero que, cuando
lo encontramos en 1980, presentaba este lamentable aspecto.
Estábamos realizando el inventario de
la iglesia, bajo la dirección del Prof. D. Gonzalo Borrás, cuando arrumbada en
una falsa, apareció la tabla, rota y cubierta de polvo, que inmediatamente
identificamos como una obra realizada, entre 1535 y 1540, por Juan Fernández de
Heredia, el llamado “maestro de Ambel” por Post, dado que esa última localidad
pintó, entre otros retablos el dedicado a Santa Lucía.
El Calvario era el ático de un retablo
desmontado del que, sin embargo, se ha conservado la predela y parte del
guardapolvo, colocados en el crucero, en torno a un lienzo posterior en el que
está representada Santa Lucía.
Está formado por cinco tablas. En la
central está representada la faz de Cristo impresa en el lienzo de la Verónica
y en las otras, cuatro Santas mártires: Santa Apolonia, Santa Catalina de
Alejandría, Santa Lucía y Santa Bárbara, muy veneradas desde la antigüedad, a
pesar de lo cual tres de ellas fueron retiradas del Santoral por los modernos
reformadores que aún seguimos padeciendo.
Su similitud con el retablo de Ambel
puede constatarse a través de estas imágenes de cuya comparación llegamos a
sugerir en una comunicación presentada a un congreso de Arte aragonés que
podíamos estar ante un modelo común: una joven que adolecía de un bocio cuya
evolución nos permitía datar las sucesivas obras del artista.
El retablo de Ainzón pudo ser encargado
por un particular, al que corresponderían las armas que aparecen representadas
en ambos lados del guardapolvo. Se trata de un escudo fajado, ondado de plata y
azur, que por el momento ignoramos a quién pertenecieron.
Las tablas del retablo, propiamente
dicho, fueron reutilizadas en el actual retablo de la Virgen de Rosario,
disponiéndose en torno a la imagen central.
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